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  • Desde la ventana del cuarto donde me hospedo, ubicado al Norte de la Bahía de Pozuelos, puedo ver cómo las luces de la ciudad de Puerto La Cruz van cediendo el paso al Sol. Lentamente el alba ilumina las alturas donde ya se encuentran volando muy alto unas cotúas, las cuales esperan el desayuno del pico de cualquier otra ave que se anime a pescar sobre el mar tan calmo como una mesa. El ruido tenue de un peñero con sus pescadores, se va acercando con pereza a la costa, luego de su jornada nocturna, mientras algunos tímidos pelícanos se aventuran hacia la playa con la esperanza de llenar su bolsa muy temprano y poder retirarse al malecón con sus compañeros para hacer la digestión bajo el sol.\n\nAlgunos tordos hacen presencia en los balcones del hotel, atreviéndose a picar las bandejas en los pasillos frente a las puertas de las habitaciones, para salir airosos con sus picos llenos de algunas delicias que no se consiguen en la playa y regresan velozmente con su mirada atenta y nerviosa. La claridad aumenta gradualmente mientras la brisa trae a mí los aromas del mar que jamás he podido clasificar por su carácter único, acompañado con graznidos cortos de un cari cari que desde una palma, vigila su territorio, desde donde parte en su hermoso vuelo rapaz mientras una paraulata sale a su encuentro en una dispar mezcla de plumas y graznidos que luchan por este pedazo de la playa, en algunos lances en cari cari burla a su ruidosa contrincante, mientras en otras se ve obligada a recomponer su vuelo elegante.\n\nEl sonido de un chapuzón me recuerda la pericia de los pelícanos, quienes con sus grandes alas extendidas planean velozmente apenas a ras del agua, mientras sus ojos buscan al pez que se encuentre a su alcance, sobre el cual viran en un giro vertical para dejarse caer con su cuerpo en forma de flecha tras su pica que apunta certeramente a su presa, apenas unos segundos más tarde sale a la superficie, generalmente con un pez en su poder el cual traga de inmediato, sacude la cabeza y retoma el vuelo con muy poco esfuerzo apenas tocando el mar con la punta de sus alas.\n\nVolando aún más alto que las cotúas me sorprende el vuelo suspendido de una tijereta, con su cola en forma de “v” y sus alas clásicas, visitándonos desde el norte para acompañarnos en este desayuno temprano y costanero. A esta hora, una bandada de cotúas se arremolina sobre un cardumen que los mantiene ocupados durante una buena parte de este amanecer lleno de aves costeras, tanto pelágicas como continentales.\n\nEl sol rompe la bruma que el horizonte le presentaba alguna resistencia a su magnífica aparición, como un plato rojizo que alumbra de una buena vez estos, sus dominios durante todo el día. Entonces el mar se despeja y los primeros reflejos directos de estos rayos benditos, representan la señal esperada por los cazadores alados, los cuales uno tras otros van por sus sorprendidas presas, que brillan sin saberlo como señuelos.\n\nUna y otra vez, pelícanos, cotúas, tijeretas y otras oportunistas como la gaviota y la golondrina, aparecen en acción o bien lanzándose al agua o arrebatando en pleno vuelo la presa aún viva que se debate de pico en pico, mientras su suerte está decidida, inclusive si cae de nuevo porque otra ave le pescará de nuevo pero en el aire.\n\nLentamente los graznidos disminuyen al igual que la bandada frente a mi, al tiempo que las presas se retiran a la seguridad del agua más profunda, mientras la paraulata continúa hostigando al cari cari.\n\nEs otro día en la costa, me digo en voz alta, cuando pasa una formación de cotúas frente a mí, como un tributo a la belleza natural.\n\n
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  • 2010-12-07 01:32:08
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  • El mar está servido
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