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  • La casa guardaba las mismas expresiones de su vecindad en este barrio anónimo a orillas del Lago de Maracaibo, a la altura de El Manzano. Entramos por la cochera sorteando un viejo sedán, mientras observamos a través de las ventanas, cómo la vida continuaba indiferente a nuestra presencia. Había sido invitado a disfrutar verdadera comida árabe en esta esquina tropical, donde conviven los extremos del mundo cada mañana.\n\nMis expectativas eran muy elevadas, pero todo cambió al momento de cruzar un marco sin puerta que daba al jardín, cuando me encontré con algunas pocas mesas bajo los árboles. La combinación de música, aromas y colores, junto con el señor leyendo la prensa hizo el trabajo en la mente de los visitantes. El ambiente resultó irreal, por la naturalidad con la cual se trasladaba a esta ciudad del Sol Amada los elementos culturales a medio globo de distancia; era como si te encontraras en una calle de Beirut.\n\nTomamos asiento cerca de la orilla, que en ese lugar del lago se encuentra a unos diez metros de altura, y al levantar la vista sobre el menú disfruté de la imponente escena del Puente muy cerca de su estribo Oeste. El abreboca ya no era necesario ordenarlo. Las pilas y los tramos colgantes no dejaban espacio a la conjetura acerca de la obra maestra de ingeniería en este país. Al menos en materia de puentes.\n\nEscuchamos atentamente las recomendaciones del local, si a un jardín tupido bajo el implacable sol Zuliano puede llamarse de esa manera. De allí salió la comanda, mientras devorábamos el pan pita con las cremas de garbanzo y de berenjenas, de una untuosidad admirable. Era como un espejismo justo en la antesala del oasis.\n\nLlegaron los platos como en caravana por el desierto; tabule, dolmens, kebabs y falafel, noches milenarias hechas comida, para ser devoradas por estos nómadas insaciables. Faltaba apenas – al menos a la vista – la odalisca, el baile de los siete velos y el eunuco con alfanje y todo.\n\nQuizás un poco de imaginación nos faltó para pedir con la cuenta a un camello, y remontar en sus gibas el retorno, cuando fuimos servidos de un café al estilo familiar, como si hubiera sido recién descubierto en la mañana gracias a unas cabras traviesas de Etiopía.\n\nMientras partimos miro de vuelta el anonimato que apenas puede ocultar la magia, y mordiendo una manzana recuerdo al Profeta de Gibran, “tus semillas vivirán en mi cuerpo”.\n\n
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  • 2010-07-10 21:18:58
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