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  • CabezaLa tarde iluminada de Agosto se prestaba para sentarse en la barra de un Café disfrutando del sencillo placer de una fría agua mineral con gas, con la parsimonia de un latino a la hora de la siesta, mientras las copas se someten a la inevitable rutina del escrupuloso secado por parte del cantinero con la mirada perdida sobre el horizonte seguramente pensando en la playa cerca de la cual vivía antes de embarcarse a esta aventura en pos de un sueño que hoy lo ata a su destino, quizás hasta la próxima redada de la policía de frontera.\n\nLa variedad de bebidas disponible en los estantes ubicados sobre los clientes, transforma los rayos del sol de verano tardío en un arco iris desplegado en miles de formas según la superficie que le hospeda, sobre la pared frente a nosotros, pero de manera muy predecible nadie de los que en ese mágico momento me acompañan en el recinto repara en ese espectáculo vespertino gracias a su afán de no perder tiempo en aquello que no produce dinero, mientras disfruto cada minuto, cada rayo y cada variación de este tema inusitado para el bar de este restaurante donde me encuentro.\n\nDesde la puerta tallada con los temas Centroamericanos que cualquier natural del trópico identificaría como playas y cocoteros, hasta el arreglo de las mesas dispuestas sin orden aparente forman en su conjunto una agradable anarquía, justo como nuestras sociedades que jamás podrán poner en orden sus principios, pero que de alguna manera sobreviven a pesar de los tropiezos. Apenas se cruza el umbral, el espacio dedicado a la bebida nos recibe sin más excusas que dos televisores, curiosamente difundiendo noticias deportivas en español, donde hacemos la primera parada de lo que parece ser una larga velada dedicada al ritual preferido de los americanos; pedir comida mejicana en cualquier establecimiento que luzca latino.\n\nMientras rescato el valor de la salsa de piña en la cual ahogo los aperitivos de maíz, entiendo las razones que refuerzan el apego americano a estos lugares de manera esclarecedora, quizás debido al valor nutritivo de este alimento que seguramente impulsó a los súbditos de Moctezuma a los logros que aún hoy nos deslumbran como el sol de esta tarde melancólica.\n\nLa corta espera nos permite completar el grupo conformado por naturales de al menos una docena de estados de la Unión, más este humilde ciervo, quienes nos deslizamos como una serpiente multicolor entre las mesas que cortan el camino, lo que realza el valor de la improvisación tan difundida al sur del Río Grande. Para cuando nos ubicamos de acuerdo a la conveniencia política del anfitrión, la conversación se retomó de acuerdo a nuestra amplia y variada mezcla cultural de la cual destacó el humor y las francas risas de los representantes del Centro Oeste; afro americanos para mayores señas.\n\nApenas había concluido el intercambio de fórmulas usuales para estos casos, llegó el plato bandera, cuya cantidad ridiculizaba el hambre de cualquier habitante de Centro América y del Caribe. Su ecléctica composición iba desde unas tajadas de plátano frito y tostones, pasando por una serie de empanadas de diversos rellenos, tartas de cangrejo, ensaladas con aguacate, tomate, tiras de yuca frita, y en general todo aquello que pudiera colocarse como parte de una muestra tan inesperada como homogeneizado sabor.Me libré de esta trampa artera para disfrutar mayores logros de esta cocina, los cuales me estaba esperando pacientemente mientras las órdenes eran colocadas desde el otro extremo de la mesa.\n\nAl llegar mi turno, dejo la carta de lado y pregunto al Capitán de Mesoneros, cuál es el especial del día.\n\nEsta oportunidad me brindó un primoroso medallón de mero, delicadamente asado a la plancha, con un toque de ajo, colocado temerariamente sobre un lecho de papas amasadas, sin ser puré, con un toque de picante cuyo conjunto era rematado con una muestra sincrética de pico de gallo, tiras de yuca frita y ramilletes de perejil todo en compañía de unos elegantes espárragos con mantequilla, delicadamente apoyados sobre un tomate cereza con sus dos mitades abiertas como el mundo que hoy ya no podemos unir.\n\nSi algo resulta difícil de reproducir es la exhuberancia tropical, pero lugares como estos nos regalan momentos únicos e inesperados, sorprendentemente ignorados y capaces de reproducir nuestra naturaleza genuina en un ambiente políticamente correcto y esterilizado, más de lo que los instrumentos logran registrar, lo cual por sí mismo es todo un milagro del tercer mundo.\n\n
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  • 2010-07-10 01:07:52
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