LACOMUNIDAD.ELPAIS.COM_FCATUS_2010_7_22_PAN-AMOR

\n\nMagdalena aparte, mi gran amor infantil fue una Panadera y lo que recuerdo es la fragancia que brotaba de esa Trinitaria preciosa, embutida en su uniforme de blanco. Apenas doblaba por la esquina, adivinaba cuál de las creaciones del horno sería su regalo del día. Pan de Mantequilla, quizás? No, pan sobado con mucho amor, la lección que me dejó entre tantas imágenes dulces, Catalina.\n\nLa recuerdo envuelta en nubes de harina, con algodón de azúcar que enmarca su tocado, y una sonrisa tan grande que cabía el mundo entero. Venía cada tarde, apenas finalizaba sus tareas, saludando a todos con la misma calidez, el mismo cariño. Sus carcajadas le antecedían y preparaban el momento cuando desaparecía entre sus brazos. Ese perfume llenaba mis días y lo sigue haciendo cada vez que comparto el alimento en la mesa, en un acto similar de comunión.\n\nHa pasado media vida y aún persigo el pan perfecto en cada lugar donde honran su preparación, desde que lo descubrí de sus manos, con esa sonrisa inolvidable que lo adornaba. Me conmueve el aroma de la levadura en plena ebullición de vida donde quiera que levante, y escucho con la misma curiosidad de entonces, el tambor que un bollo de pan puede reproducir, cuando se toca debidamente. Es como visitar una galería, con la diferencia de nutrirse de la obra que los artistas elaboran en su taller.\n\nDonde la mayoría ve un alimento, yo veo la entrega total, el esfuerzo y la satisfacción del arte efímero y suculento. La tradición milenaria del panadero lo coloca en un pináculo merecido, por haber luchado con las manos en la masa desde los egipcios. Más allá de las referencias espirituales, el valor de esta combinación milagrosa, nos permite celebrar la vida en cada bocadillo.\n\nPero Catalina se fue dejando sus creaciones para el recuerdo, en ayuda al mundo mejor que ella contribuyó a crear entre quienes le apreciaron. Cuál será el destino de su oficio?\n\nLa elaboración automática ha eliminado el sudor y con él, el aporte humano. Como nunca, la amenaza de perder una tradición que nos luce eterna, se cierne sobre el horizonte de la actividad frente a los hornos.\n\nPero mi promesa eterna de amor no se rinde frente a ese embate mecanizado, por el contrario, redobla en el incansable interés de seguir luchando por la última hogaza salida de las manos honestas de un artesano vestido de blanco.\n\nDonde quiera que haya un pan tendré la esperanza de apreciar el fruto del amor, de la manera como lo aprendí, de las manos de mi querida Panadera.\n\n