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  • Una tarde mala la tiene cualquiera\n\nEl porte distinguido y desafiante del matador contrastaba con la figura derrotada de la bestia, doblegada y sangrante en la arena al cabo de una faena de altura luego de recibir el estoque en el sitio de la muerte, durante los últimos segundos de vida mientras sus ojos vibraban en el estertor del tránsito definitivo que a todos nos espera por igual.\n\nLa tarde brillaba con un sol impecable en un cielo de concurso, donde ni una nube se atrevía a manchar el espectáculo, cuando la vida se fugó finalmente del animal mientras el público premió el trabajo impecable con grandes muestras de alegría y efusividad, mediante aplausos y pañuelos adornando el palco y los tendidos.\n\nLa sombra del momento unió en una jugada visual los dos cuerpos en una sola figura sobre la arena, él de brazos en alto mientras los cuernos ya inertes salían a cada uno de los lados de su torso deformado, en una trágica y premonitoria composición que duró los segundos necesarios para persignarse los creyentes de esos anuncios, invisibles a los ojos de quienes no perciben lo que la vida traduce a nuestro paso.\n\nLa decisión de la presidencia cargó de partes al diestro de manos del verduguillo, para luego recorrer cada espacio del ruedo, recogiendo los mejores presentes y las sonrisas más bellas que las mantillas y los abanicos podían enmarcar antes de abandonar la plaza en hombros de sus delirantes admiradores. Las mulillas cumplían su trabajo presuroso a espaldas de esta celebración.\n\nTodo era gloria y la celebridad se encontraba en la cúspide de su carrera en las plazas del exigente mundo taurino. ¿Cómo podía saber que su éxito sería tan efímero como los capullos que tapizaban su marcha gloriosa de esa tarde de toros?.\n\nLas embestidas de su vida acelerada no se detenían ante las formas y mucho menos en presencia de las hermosas damiselas, que siempre tenía a su alrededor haciendo ruedo para escucharle sus proezas con la muleta y el estoque. Su sonrisa era un encanto y el mismo garbo con el que electrizaba toda una plaza, causaba similar efecto en las reuniones a las cuales acudía cada vez con mayor frecuencia como invitado especial. Cumpleaños, bodas, bautizos y demás juergas, eran siempre requeridas de su presencia, en las cuales irremisiblemente se convertía en el centro de toda la atención.\n\n¡Qué guapo! Decían las chicas mientras los hombres aplaudían su gallardía sin un dejo de celos, excepto cuando les tocaban sus propias conquistas, las cuales se rendían a los pies de este galán del ruedo como el toro luego de una faena por la espada.\n\nEntonces la sombra de la envidia se iba filtrando como lo hacía la sangre derramada en la arena, durante esas tardes vistosas en las cuales él arrasaba con los apéndices y los corazones de las damas. Al igual que las incansables acometidas del toro, siempre iba por más sin miramientos ni remordimientos, mientras la vida seguía su curso impenitente hacia el destino escrito desde siempre para cada uno de nosotros.\n\nLentamente ese peso de excesiva celebridad, extremo protagonismo y saturada presencia en el pueblo, le fue granjeando no pocos enemigos debido a la inconsecuencia del torero, a la luz de su encumbramiento.\n\nA partir de qué momento se rompió el equilibrio del fiel que marca tenuemente el balance entre la gracia y el abuso no se supo, pero a partir de ese instante perdido en el tiempo, no se pudo recuperar más nunca el aprecio que en general todos le profesaban.\n\nComo de un burladero surgían las diferencias, los males entendidos y las confusiones entre sus allegados, pasando por la paternidad reclamada de una novia de infancia y en general, una interminable serie de pleitos legales con sus diversos representantes que poco a poco y por extensión se hicieron también presentes en todos los que le rodeaban hasta entonces y lentamente se alejaban para siempre.\n\nSu otrora cándido humor se trastocó en un gruñido permanente como si llevara palitroques en el morrillo y su sonrisa se escondió tras una mueca peor que la del picador concentrado en la divisa. No veía a los ojos de sus escasos interlocutores y sus historias eran ahora de tragedias, fracasos y traiciones de parte de cuantos se habían servido de él en su fulgurante carrera. Ya sólo hablaba de sí mismo en primera persona y en tiempo pasado, mientras el presente o el futuro no se encontraba en sus conversaciones como si fuese un capote perdido.\n\n¡Qué difícil es la vida¡ decía, mientras apuraba otro trago rodeado cada vez más de sus nuevas amistades, que le celebraban sus jornadas demoledoras en farras interminables de las cuales salía directo a las novillas, para abusar como nunca de ellas y de sus ayudantes. Sus nuevas malas costumbres le iban mermando la gracia, los reflejos y los dones de gente que en primer lugar le habían hecho el favorito de las señoritas y objeto de sus apasionados suspiros.\n\nEl día que no le cerró el traje de luces, salió espantado de esa nueva realidad que le atosigaba en carrera hacia la tasca, donde toda clase de mal nacidos le habían hecho nuevo ídolo de la derrota y héroe de su propia destrucción.\n\nMontó en su nuevo coche, el mismo que adornara en el frente con los pitones de su última tarde buena ya olvidada en el tiempo, para surcar como alma en pena por la carretera que salía de la plaza.\n\nCuando le consiguieron ya al final de la tarde, algunos no se sorprendieron de verle prendido del fatal adorno el cual salía a cada lado de su pobre torso inerte, con los brazos extendidos en un gesto de muerte triunfal.\n\n
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  • 2010-07-04 14:54:42
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