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  • Guacamaya colorida\n\nMis primeros recuerdos visuales se remiten a una imagen borrosa, la cual por alguna razón desconocida, se encuentra marcada de manera indeleble entre los lóbulos cerebrales, a un lado de la conciencia. Dicho momento ha sido declarado como la primera de las señales que capté del mundo exterior, cuando aún no sabía que existía tal cosa, porque nada de lo que en ella aparece me resultaba familiar.\n\nQuizás es mi madre a quien estoy viendo en ese instante a través del mosquitero de la cuna o a mi abuela, entrando al cuarto de su casa en Mérida a mediados de siglo pasado envuelta en la bruma matinal, calmada y silenciosa, como nos gustan las cosas en la vida de los que nacimos allá.\n\nHe llegado a pensar que esta foto imaginaria no es otra cosa que un sueño tan intenso, que dejó para siempre una de sus escenas en el recuerdo, la cual sorpresivamente quedó movida sin posibilidad alguna de ser enfocada.\n\nPero de todas las teorías la que parece con mayor credibilidad para mi propia e irreducible convicción, me lleva a pensar en una impresión visual tan fuerte que dejó en las retinas una señal fija de ese momento mágico, único y muy particularmente, desconocido.\n\nEs oportuno decir que dicha visión era en blanco y negro.\n\nSin embargo mi vida ha estado llena continuamente de colores y emociones, sensaciones, sabores y aromas que saturan mis sentidos en todas sus magníficas dimensiones y me han permitido aprovecharla a plenitud.\n\nUn día cualquiera acudí al primer examen medico para obtener la licencia de conducir apenas cumplidos los dieciocho años. Tanto la coordinación motora como la espacial, resultaron acorde a lo esperado. Igualmente resultó la visión de cada ojo, con la lectura de las letras a distancia. Pero cuando llegamos al reconocimiento de los colores, mi vida cambió drástica e irreversiblemente para siempre.\n\nLa prueba consistía de una serie de círculos en lo que debía ser una policromía cuyo arreglo les permite representar un número específico e inconfundible, el cual supuestamente destaca del resto de los círculos, a la vista de un paciente normal claro está.\n\nNo era ese mi caso.\n\nA la primera lámina que presentó el doctor respondí con determinación y nombré el número dos con una convicción tan clara y fuerte como la voz me lo permitía.\n\nEl resto de los conductores de la larga fila se voltearon al unísono a la par de un silencio que como un velo, cubrió en un instante el salón ahora frío e incómodo. Nada rompió este trance de desconcierto, hasta que el doctor luego de verme larga y fijamente sobre sus lentes de media luna, de manera parsimoniosa pasó lentamente a la lámina siguiente y me dijo con su voz tenue pero firme, ¿qué número tenemos aquí?.\n\nEl cinco, dije, ya con menos convicción. La manera como el galeno movió la cabeza en un gesto imperceptible para el ojo no educado, me hizo comprender que me encontraba en problemas serios.\n\nSeguimos con la prueba inmersa en el más puro silencio y la más atroz compasión del resto de los presentes en el recinto, la cual hacía irrespirable el escaso aire disponible a la vez que aumentaba la temperatura a niveles muy poco confortables.\n\nCada lámina era un tormento creciente y el bochorno llegaba ya hasta el portero, quien se acercó a la puerta a unirse con el resto de la concurrencia la cual observaba en franca comunión, como un sacramento final, la unción de los santos óleos a esta víctima que jamás podría vivir una vida normal luego de exponerse al escarnio de reprobar un examen físico para obtener la licencia de conducir.\n\nFinalizada la prueba del reconocimiento de los colores, el hijo de Hipócrates cerró el libro, respiró hondo, me dirigió por toda una eternidad una mirada que jamás olvidaré y de manera resignada procedió a firmar y sellar el papel verde de la Federación Médica Venezolana, el cual autorizaba al portador a transitar las vías de la República bajo condiciones físicas adecuadas.\n\nMe extendió el certificado médico de conducir y con un gesto de sorna y para la mayor sorpresa de los presentes, explicó - Ceguera parcial de colores, no es Daltonismo.\n\nA partir de ese instante, las rosas me parecieron más rojas, el mar más azul y el cielo algunas veces, más morado.\n\nMe cobijo ahora en la aguamarina de los ojos de Laura y el melocotón del pelo de Andrea, mientras lucho cada mañana para lograr una decente combinación de mi vestuario, que no desdiga de mi cuido y atención personal a los detalles, tantos años después de la fecha imborrable, igual a la imagen sin colores que llevo conmigo como una referencia al color de la vida.\n\n
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  • 2010-07-06 11:28:14
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  • El color de la vida
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