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  • De Maracaibo salieron
    \n\nLa matriarca Wayúu se aclaró la vista para disfrutar la salida del sol, como cada mañana desde su choza cerca de Paragüaipoa y los Filúos. En esa guajira universal, de belleza terrible, que se incendiaba con un candor infinito y cotidiano. Sentada desde muy temprano en el tejar, se dispuso a hilvanar otra de las creaciones que sus manos llenas de arrugas le regalaban al mundo; una hamaca.\n\nCon esa parsimonia de artesano, y la sabiduría de la edad, inició sus labores de la misma manera que lo ha hecho desde siempre. Aprendió las artes de su abuela, quien no se acordaba de donde aprendió las suyas. Le admiró su entrega total, cuando durante sus últimos años, sin vista, seguía tejiendo los tapices más extraordinarios de la región, tan vivos que parecía que las aves de colores vivos, levantarían vuelo en cualquier momento.\n\nActualmente los materiales, las herramientas y el local, eran compartidos por todas las hilanderas de la región por igual. Entonces, qué hace diferente a sus piezas, tan apetecidas por su reconocida capacidad de mejorar el sueño de quien reposa en ellas?.\n\nSu producción de hamacas se encontraba colocada con años de anticipación. A diferencia de sus colegas, no le faltaban recursos para levantar a su familia ubicada casi en su totalidad en Maracaibo. Su rutina era admirable, desde las primeras horas hasta la tarde, sentada frente a la tela que cobraba vida con diseños de extraordinaria belleza, inspirados exclusivamente en la aridez y el brillo que la rodeaba. Como Reverón y las playas de Macuto, que se desbordan grano a grano de sus pinturas, al punto que se necesitan gafas oscuras para evitar el resplandor de la solana.\n\nAlgo en lo que nadie reparaba, mientras la anciana completa su tarea, era un murmullo apenas perceptible. Como una conversación muy íntima entre la tela y la artesana, en la cual se hablan de amores y despechos, sueños y aspiraciones. Cada hilo trae su propia historia terrible y admirable de transformación, desde la semilla hasta la fibra, y en sus manos son felices de compartirla con quien se interese en escucharlas. Si sólo pudieran escucharles ¡.\n\nLa gente que compra sus hamacas declaran que no dejarán de usarlas y abandonan a sus antiguos lechos, los cuales quedan de adornos en sus recámaras. No recuerdan haber dormido más plácidamente, excepto durante sus años pueriles. Ni logran establecer con certeza, qué tienen de especial para brindarle ese regalo de propiedades especiales.\n\nCuando le trajeron la nieta durante el fin de semana, de visita proveniente de la Capital, la goajirita miró ese mar de arrugas y con sus inmensos ojos negros, le preguntó inocentemente – Cómo vos tejeis las hamacas, abuelita?\n\nLa anciana rió como si tuviera dientes, se limpió la mirada y con una paciencia del tamaño de su amor por la familia, se acercó inclinándose aún más cerca de la niña quién la escuchó con su pelo volando por todas partes.\n\n-Lo primero que teneis que hacer, mija, es cantarle a la tela para que luego pueda arrullar.\n\nY continuó laborando con su murmullo, que es el mismo que duerme a todo aquel que descansa sobre una de sus hamacas.\n\n
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  • 2010-08-19 23:57:02
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  • Hamaca Wayúu
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