LACOMUNIDAD.ELPAIS.COM_FCATUS_2010_8_4_AGUA-COLONIA

\n\nAun recuerdo con asombrosa claridad, la celebración de mis 9 años, parece que fue hace 50 ¡. Entre tantas imágenes, con toda la familia, en un día glorioso de verano, siempre regresa una pequeña caja adornada de lazo, que destaca en la mesa de regalos. Era agua de colonia, mi primera colonia.\n\nRecuerdo que por años, la abría sólo para disfrutar de su esencia, como un tesoro que a fuerza de uso podrías perder. A escondidas, desenroscaba la tapa con la parsimonia requerida por la ocasión, cerraba los ojos y volvían a mí todos esos recuerdos dulces, con una mezcla de roble, toques de cereza y algo de tabaco y nuez moscada. Al menos así lo declaraba en la etiqueta, que no me cansaba de leer , descubriéndole nuevos matices, mientras me arropaba con la esencia.\n\nLa vida siguió adelante, y a mí me siguió el recuerdo más preciado de toda una época y su aroma mágico, cuyo efectos no dejaban de sorprenderme. Regalándome tardes llenas de pan, noches de lluvia y desayunos que me sacan de la cama, conjugando todo lo mejor que alguien puede soñar.\n\nNunca dejó de acompañarme durante mis extensos viajes, ese trofeo de infancia, que coronaba las aspiraciones sagradas, que hasta hoy día me devuelven la fe en la vida y en la humanidad.\n\nHasta que llegué a la Universidad, en cuyo campo fijé residencia, al menos por el siguiente lustro. Los estudios de medicina eran desquiciantes, las materias destinadas a salvar vidas acababan con la tuya. Histología, Anatomía, Clínicas, Autopsias, Quirófano y Trauma terminaron por volverme loco. Al menos así lo diagnosticó mi profesora de Neurología, cuando me aparecí en su clase cargado de libros bajo mis brazos, y con una mano que sobresalía del bolsillo de mi bata.\n\n-La morgue estaba repleta? – preguntó con su voz de soprano, que le salía de algún lugar entre el abdomen y la cavidad torácica.\n\n-Para estudiar en la noche – le respondí con aplomo, señalándole con la mano antes de cambiarla de bolsillo, mientras recordaba el aroma que decantaba mis demonios, a buen resguardo de este lugar insano.\n\nPatologías de la mente, es lo último que recuerdo de su clase. El examen tendría lugar la siguiente semana, definitivo para salvar el semestre. No tenía alternativa, las prácticas en el Hospital durante el próximo período, dependían de esta materia.\n\nPero lo mío era cuchillo, la expresión más auténtica del carnicero que llevaba encerrado conmigo, desde las prácticas con insectos de la primaria. Verlos por dentro, entender de qué están hechos y cómo funcionan, disfrutar el trabajo de disección que preserva la vida como es realmente, para siempre, sin sufrir las limitaciones biológicas que convierten a nuestros organismos en el último desecho.\n\nLlegó el día de la prueba, y con mi bata de las prácticas de transfusión aun goteando, me presenté para disecarla frente a mis colegas, ver por dentro de qué está hecha y cómo funciona su cerebro. Pero la verdad es que nada de eso sucedió, la voz no le salía de donde lo pensé.\n\nHoy día desde mi celda puedo ver una esquina del cielo, por encima de la torreta de los guardias. Sin embargo no me hace falta salir de este encierro, todo lo que necesito lo tengo conmigo en esta botellita que parece vacía, pero que me devuelve la vida cada vez que la abro.\n\n