LACOMUNIDAD.ELPAIS.COM_FCATUS_2010_8_5_MENSAJERO

El gesto del mentor resultó inescrutable para el pasante, quien nervioso trataba de descifrar esos ojos entrecerrados, la boca dibujando una letra “u” invertida y, especialmente enigmático, las cejas simétricamente señalando hacia la frente, como el signo del elevador que le trajo a este piso de la torre de oficinas. Era el día inicial de su primer trabajo, el cual según su padre debería durarle el resto de la existencia, de acuerdo a la tradición familiar de los Hochomura que se pierde en el tiempo.\n\n\n\nPequeño compromiso para el jóven Kchete San.\n\nLa Empresa, gigante bancario con presencia mundial, es un ícono corporativo de la despiadada jungla de negocios de Japón. Sus ganancias son extraordinarias, su manejo impecable y lo más importante, su ética de trabajo ridiculizaba la vocación de los empleados en la competencia. Todo debido a su Política.\n\nLa empresa era una creación de Jorito Aritoga, quien comenzó apenas terminada la guerra con un negocio de mucho porvenir. Algunos lo veían como un recolector de basura impulsivo, otros como un recoje latas, pero él contaba con el valor de los desechos. Algunas décadas más tarde el tiempo le dió la razón,y de su emporio nació una institución bancaria llamada el Banco de la Basura.\n\nY fuen en el momento cuando le correpondió al jóven Kchete San, conocer de su mentor el tema de la Política de la empresa, enfrentándose a ese gesto inescrutable.\n\n-La Política del Honor – dijo haciendo énfasis en colocar las palabras con mayúscula, como si las estuviera escribiendo. Y esa cara, durante los segundos más largos del pasante, quien no tuvo más remedio que agacharse ante las circunstancias. La sala minimalista era un modelo escueto de los valores que flotaban a su alrededor, y nunca le pareció tan grande un espacio tan pequeño, como cuando no hay nada qué decir o hacia donde dirigir la mirada. Esa era su situación en este momento clave en su incipiente carrera. Todo le olía a desinfectante, quizás herencia cultural de su fundador.\n\nCuando finalmente se incorporó, el tutor seguía hierático e inmutable, cual momia de la Dinastía Ming, si acaso las hubiere. El silencio se deslizó por las paredes, como las gotas de sudor frío que el aire acondicionado no logró ocultar en su frente. Las manos inútiles, sin ubicación y las ideas que emigraron hacia el continente, vía Mar de China.\n\nParece que algo imperceptible se rompió y tomando lo que parecía el asiento sobre el cual reposaba, en un movimiento sin desperdicio, el mentor extrajo de una caja de madera sin juntas visibles. Colocándola frente a sí, entre ellos, procedió a inclinarse respetuosamente y así lo hizo Kachete San, hasta tocar con su frente húmeda el espacio entre sus manos heladas. Sólo percibía ese olor a limpio, como de hospital.\n\n-La Política del Honor, es de cero tolerancia - con voz grave le explicó su guía laboral sin mirarle a sus ojos. Cualquier error exige del empleado que se presente ante su supervisor y solicite sin preámbulos le ejecución de esta norma interna. El Comité a cargo de su ejecución, se coloca los Kimonos rituales, y en silenciosa procesión inician la marcha hacia el salón blanco, donde se encuentra en este instante el incrédulo novato. De un lado los miembros en su vestimenta, del otro frente a ellos, el perpretador confeso. Se presenta la caja y de ella se extrae una espada sámurai la cual se le entrega al empleado con una profunda inflexión.\n\nLa cara del mentor se quedó en medio camino de su gesto antes de culminar la explicación, cuando escuchó cómo se desgarraban las paredes bajo los gritos de espanto que Kachete San en su carrera hacia el ascensor no logró ahogar, para sorpresa del ambiente silencioso reinante.\n\nNo alcanzó a decir que el reconocimiento a la honestidad era algo muy valorado en el Banco de la Basura, y que ésta se premiaba de manera extraordinaria.\n\nLástima, parecía que iba a ser un buen mensajero.\n\n