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  • Me abracé con él como para prepararme a una larga espera. Nos encontrábamos solos, en la inmensidad del aeropuerto internacional, varados hasta nuevo aviso.\n\nLuego de incontables viajes e infinitas puertas de embarque, todas estas instalaciones me resultan idénticas, sea un modesto edificio con una sola entrada o se trate de los grandes terminales espaciales del siglo nuevo. He aprendido por el camino duro acerca de la increíble similitud de los pasajeros internacionales alrededor del globo, sea en Pusán, Narita o incluso Bartlesville, en el medio de la nada, que es regularmente barrida por los huracanes característicos de Oklahoma.\n\nSu cercanía me reconfortó y muy pronto el sueño se instaló con toda su creación, para llevarnos lejos, mientras no había vuelo posible.\n\nEn la primera parada de esta sesión, me encuentro listo para cenar en compañía de unos amigos de gastronomía, quienes eligieron para la aventura un lugar destacado en medio del barrio asiático, ubicado al Sureste de la Ciudad de Houston. Tantos vaqueros en el Estado de la Estrella Solitaria y nosotros rodeados de orientales, gracias a la globalización. El local carecía de cualquier atractivo que no sea el relativo a la emoción de conocer nuevos platos, a fin de cuentas única motivación que nos mueve hacia estos lugares.\n\nAl igual que los terminales aéreos, pocas cosas son tan homogéneas y predecibles como los establecimientos dedicados a la comida oriental. Justo es decir que en esta oportunidad nos hallamos en un lugar calificado por sus propios dueños, como el mejor exponente de la Comida Tailandesa, única en su clase. Algo me decía que éste sería una excepción. De pobre iluminación, elevado número de mesas y escaso personal, cuya representación había venido a costa de la policía de frontera e inmigración de esta Unión. La velada se ofrecía auspiciosa a todo evento.\n\nLa diminuta dueña se acercó solícita con pasos cortos, nos recibió ataviada de una dulce sonrisa, sus manos delicadas se cruzaron frente a su pecho y se inclinó respetuosamente para recibirnos en lo que era su casa.\n\n– Bienvenidos – dijo con su acento indefinido.\n\nLuego de las presentaciones de rigor, nos indicó de manera amable pero curiosamente firme, la sugerencia de la casa. La aceptamos de buena gana y así se arrancó este viaje por una de las regiones más sorprendentes del planeta. Habíamos iniciado la travesía por esos mares de sabor exótico.\n\nZarpamos hacia los abrebocas, constituidos por mariscos, peces, vegetales y tantas otras muestras de creación, mientras nadábamos en leche de coco ante una dimensión totalmente novedosa aderezada por el curry. Fiel a la tradición de las odiseas, llegamos al punto de inflexión que marcó nuestros paladares y mezcló para siempre el sentido de la gastronomía y la aventura en una sola experiencia que aún recuerdo vívidamente, como estoy seguro que lo hacen mis compañeros de esa velada.\n\nLa conversación, de manera predecible, giraba en ese momento alrededor del sabor novel, al cual no lográbamos acostumbrarnos fácilmente. La saturación de los sentidos era producto del ambiente y de la lucha con las percepciones de cada uno de los ellos.\n\nBajo esa condición atribulada pero con un balance de satisfacción, se acercó sigilosamente uno de los mesoneros. Quizás adoptó una actitud sospechosa. Traía otro de los platos de la degustación sugerida. Las recomendaciones iniciales habían sido hasta el momento largamente aprobadas por nuestro panel. Condimentos, especias y matices nuevos para esta audiencia caribeña.\n\nEs cuando la velocidad de la escena se aminora y en un acto condicionado, me aferré confiado a mi compañero de vigilia, como buscando protección en medio del sueño que se transforma en pesadilla. Algo sucedería; estaba en el ambiente.\n\nRecuerdo en detalle las caras, los sonidos y la insufrible tensión previa a lo que lucía como un gran descubrimiento. Similar a una aventura propia de la pubertad, nos agitamos impulsivamente en nuestros asientos.\n\nLa trayectoria de la bandeja frente a nuestros ojos, para ese momento bastante abiertos, no dejó duda alguna de lo que constaba el servicio.\n\nExtremidades cortas, cuerpos redondeados, texturas en apariencia crujiente, reflejaban lo que podía fácilmente ser un servicio de roedores, preparados bajo la receta original de la tribu que sobrevive en algún lugar de un archipiélago vecino.\n\nSimultáneamente, como si la idea se hubiera dispersado por medio de vasos comunicantes, cambiamos miradas atrapadas entre el pánico y el atrevimiento. Para dramatizar mucho más aún ese instante aciago, el comensal más ocurrente disparó sin adornos lo que nadie quería mencionar;\n\n– Rata frita.\n\nEl sonido de fondo desaparece, la música cesa, las conversaciones caen al vacío del silencio y los murmullos bajan su volumen a cero. Allí estamos, frente a una bandeja repleta de pequeños cuerpos fritos, esperando por nuestro atrevimiento. Los segundos se hacen un hilo, los momentos se tuercen en una madeja y al final se arma un nudo del cual nadie puede librarse, por lo embarazoso de la situación.\n\nJamás un silencio resultó tan atronador.\n\nsigue con mayor ímpetu .../..\n\n
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  • 2011-01-21 00:03:24
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