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  • Aquí os presento a mi burra, como en lenguaje motero llamamos a las motos. Ésta es una buena compañera de viaje, pues no en vano recorremos en mutua compañía las carreteras de la provincia en busca de nuevos paisajes, monasterios, castillos o preciosos pueblos. Es una burra tranquila, de relajado trote, pues lo que interesa no es la excesiva velocidad sino el disfrute de la ruta. Tengo que decir que ambos nos tratamos con respeto y cariño. La resguardo del frío tapándola en el garaje, no la fuerzo en carretera y sólo la monto en días secos. Y ella me corresponde con amabilidad no dejándome en el camino y devolviéndome a casa sano y salvo. La doté de unas buenas alforjas para llevar lo imprescindible y de un respaldo para que el acompañante vaya cómodo, como debe tratarse a los invitados. A veces viajamos los dos solos, pero muy pocas veces porque la gran mayoría solemos salir con un hermano mio, Luis, que compró otra burra el mismo día. Las dos se llevan de maravilla pues ya eran amigas en el concesionario. Y mi hermano y yo somos entrañables amigos desde siempre. Las rutas casi siempre las prepara el que esto escribe siguiendo sugerencias de compañeros y amigos o consultando mapas. Pero otras veces salimos sin rumbo prefijado, son los que llamo "viajes a ninguna parte", aunque siempre terminamos visitando y disfrutando de algún lugar interesante. Solemos hacer alguna parada en el camino, no por cansancio, que las burras son cómodas, sino por charlar los hermanos y dejar descansar a las "bestias". Eso si, nada de alcohol mientras se está en carretera, pues ante todo la prudencia. Respetamos las señales y tan solo disfrutamos de la velocidad en los tramos permitida y en aquellas curvas que se prestan para tumbarnos y gozar de esa maravillosa sensación que se produce. Los vinos, que siempre los hay, vienen al regreso de los viajes mientras comentamos el recorrido de la tarde. No le neguemos alegría al cuerpo pues de vez en cuando también necesita engrase. La época más placentera, sin duda, empieza con el buen tiempo cuando nos abandonamos las chupas y los pantalones térmicos. Nos ponemos veraniegos, metemos un jersey en las alforjas y nos enfundamos el casco y los guantes más ligeros de verano. Así, en manga corta es una pasada, mucho más cómodo y nos permite sentir la suavidad del viento templado en los brazos. De esta forma vamos surcando carreteras enroscadas, atravesando veredas y divisando ríos de agua cristalina. Os invito a subir en ella para compartir las sensaciones que aquí os comento. Para finalizar, os diré que entre los moteros existe una entrañable cordialidad y así cada vez que nos cruzamos nos saludamos con la mano en señal de deseo de buen viaje y si se ve a uno parado en la carretera enseguida nos detenemos para ayudarle en lo que sea. En fin, no os quiero cansar; mi intención es únicamente compartir con vosotros mis aventuras moteras.
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  • 2008-03-20 13:32:16
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  • MI BURRA Y YO.
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