"Cada momento hay que vivirlo cuando toca, y no dejarlo para después, porque...después es tarde"\n\nJuan, peregrino. \n\n\nNo recobraba el oficio de peregrino desde hace años. Y esta vez lo hice para recorrer la etapa Triacastela Samos. \nTras abandonar la carretera uno se adentra en plena naturaleza y disfrutará de ella en todo el recorrido. La mayor parte del camino transcurre entre idílicas veredas que nos permiten caminar acompañados del canto de los pájaros y del rumor de las cristalinas y frescas aguas de estrechos ríos; un paisaje de ensueño que difícilmente uno olvidará. La misma naturaleza se encarga de proporcionar la sombra debida al caminante para que no desfallezca en las calurosas jornadas y pueda mantener el paso en los once kilómetros que separan Triacastela de Samos, poblaciones de gran renombre en la época medieval.\nPero la naturaleza obsequia también al peregrino con gran variedad de flores y plantas silvestres que regalan su perfume y su color a la vez que adornan los frondosos campos que se van atravesando, así hasta que a la vista nos aparecen los tejados pizarrosos de la monumental abadía de Samos que nos indican que el trayecto está llegando a su fin. A partir de entonces, los recios muros del cenobio irán apareciendo majestuosamente ante nosotros hasta completar la imagen del convento benedictino a orillas del silencioso río Sarria. Es hora de descanso y de refresco y nada mejor que hacerlo en pleno campo a la vera de la capilla del Salvador, más conocida por "capilla del ciprés", presumiblemente lugar de reunión y oración de los primeros monjes de la orden de San Benito que en Samos se establecieron.\nA partir de aquí todavía faltan varias etapas hasta llegar a Compostela.\n\n*En la foto un ejemplo del camino entre ambas poblaciones.\n
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"Cada momento hay que vivirlo cuando toca, y no dejarlo para después, porque...después es tarde"\n\nJuan, peregrino. \n\n\nNo recobraba el oficio de peregrino desde hace años. Y esta vez lo hice para recorrer la etapa Triacastela Samos. \nTras abandonar la carretera uno se adentra en plena naturaleza y disfrutará de ella en todo el recorrido. La mayor parte del camino transcurre entre idílicas veredas que nos permiten caminar acompañados del canto de los pájaros y del rumor de las cristalinas y frescas aguas de estrechos ríos; un paisaje de ensueño que difícilmente uno olvidará. La misma naturaleza se encarga de proporcionar la sombra debida al caminante para que no desfallezca en las calurosas jornadas y pueda mantener el paso en los once kilómetros que separan Triacastela de Samos, poblaciones de gran renombre en la época medieval.\nPero la naturaleza obsequia también al peregrino con gran variedad de flores y plantas silvestres que regalan su perfume y su color a la vez que adornan los frondosos campos que se van atravesando, así hasta que a la vista nos aparecen los tejados pizarrosos de la monumental abadía de Samos que nos indican que el trayecto está llegando a su fin. A partir de entonces, los recios muros del cenobio irán apareciendo majestuosamente ante nosotros hasta completar la imagen del convento benedictino a orillas del silencioso río Sarria. Es hora de descanso y de refresco y nada mejor que hacerlo en pleno campo a la vera de la capilla del Salvador, más conocida por "capilla del ciprés", presumiblemente lugar de reunión y oración de los primeros monjes de la orden de San Benito que en Samos se establecieron.\nA partir de aquí todavía faltan varias etapas hasta llegar a Compostela.\n