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    Hay que esperar que llegue la tarde y que los autobuses se marchen para poder tropezarse con el Sidi Bou Said de mi primer viaje. Afortunadamente, este hermoso lugar apenas tiene oferta hotelera y los turistas están de paso, a partir de las cinco de la tarde van menguando en número, se desmantelan los puestos de cacharros y alfombras y se puede pasear en solitario por las calles adoquinadas.\n\n

    Un pueblo protegido ya desde 1915, año en el que se dictaron las primeras normas, sobre colores y alturas, de la mano del Barón d´Erlanger, para la preservación urbanística de esta joya de azules y blancos, de flores y mar, que se encarama sobre la cima de una pequeña colina.\n\n

    Muros encalados, generosas buganvillas de todos los colores y un mar de un azul turquesa portentoso.\n\n

    Vagar por las callejuelas empinadas hasta llegar al faro y, desde el pequeño cementerio, contemplar esa casa, “mi casa”, dije la primera vez que la vi, solitaria, con su balcón colgando sobre el acantilado. Cada año me parece más abandonada.\n\n

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    ¿Quién la edificó? Me imagino que conozco a su hacedor, que buscó el lugar más alto desde el que tener una vista única sobre el golfo de Túnez y Cartago y le puso ese balcón que parece estar llamándome a sentarme tras sus cristales.\n\n\n

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    Sidi ha jugado un importante papel en la recuperación de la música tradicional tunecina, de la mano de un personaje de origen francoestadounidense, Rodolphe d´Erlanger, que se estableció aquí a principios del siglo XX y que, junto con su mujer, se dedicó a recopilar instrumentos y piezas musicales, labor que quedó recogida en un tratado sobre la música árabe, en seis volúmenes, de los que él tan sólo vio publicado el primero, antes de su muerte en 1932. \n\n

    Una sucesión de tragedias hizo que su casa, Dar Ennejma Ezzahra, maravillosa y extravagante, mezcla de estilos, árabe y art decó, haya pasado a manos del gobierno de Túnez y ahora es un centro de música árabe y mediterránea, donde se pueden escuchar conciertos de música tradicional.\n\n\n

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    De esta visita me fui pensando que si no controlan la proliferación de tenderetes a lo largo de la calle principal del pueblo, que desemboca en el famoso café De Nattes, pronto será imposible poder recrearse con los colores de Sidi Bou Said, eso si, después de deleitarme con una estupenda cena y un buen vino en “Au Bon Vieux Temps”, con el mar como telón de fondo y contemplando la zaouia del sufí Sidi Bou Said, que vivió en el siglo XIII y que dió nombre a este pueblo donde se encuentran todas las gamas de azules que puedas imaginar.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

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  • Los colores de Sidi Bou Said
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