De niño nunca disfrutó de las lentejas de su madre, ni quiso aprender el oficio de marmolista de su padre. Estudió música, pero le trajo más desazón que haber sido socorrista, fotógrafo de caracoles o limpiador de botas de avenidas de doble sentido. No fumó, no bebió, por temor a que le gustaran los vicios. No viajó por temor a que descubriera una esquina placentera para quedarse, no se enamoró para nunca tener que imaginarse solo de nuevo, y cuando murió de aburrimiento, su madre lloró por haber parido cinco kilos de insatisfacción humana.\n\n