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  • \nEs posible que tres entradas sobre un santo estilita aburran a cualquiera, lo sé, pero ya que he empezado me veo en la obligación de seguir más adelante y explicar al menos las razones por las que a nuestro santo le dio por el estilismo. Para ello lo mejor es echar un ojo a la Leyenda Dorada, todo un clásico de la hagiografía medieval escrito por Santiago de la Vorágine en el siglo XIII. Aquí reproduzco la parte de la obra que habla del santo estilita. Perdónenme las inexactitudes, pero es que la he traducido de the Golden Legend, la única versión de la obra que se encuentra en internet: \n \n“San Simeón nació en Antioquia (actualmente Antakia, en Turquía) a finales del siglo IV. Ya desde pequeño apuntaba maneras y en plena adolescencia se alistó a un convento dispuesto a darlo todo. Sin embargo, y aunque en un principio le gustó, pronto comenzaron a resultarle insuficientes los madrugones, los ayunos y las otras penurias propias de la vida monástica. Él necesitaba más, y solo cuando descubrió el dulce dolor de atarse una cuerda espinosa alrededor de la cintura supo cual era el camino que Dios le había marcado. \nSe dice que San Simeón fue el inventor del cilicio (técnica nada común en el siglo V), pero lo cierto es que sus innovaciones en lo que a técnicas de humillación se refiere no fueron demasiado bien vistas por sus compañeros. Cuando el abad descubrió lo que el santo realizaba en la intimidad, decidió expulsarle del convento ante el temor de que los otros hermanos se animasen a vejarse de la misma manera. \nDe esta forma, ya sin las obligaciones propias de pertenecer a una comunidad, San Simeón pudo dedicarse por entero a lo que más le gustaba hacer en el mundo: mortificarse. Durante días vagó sin rumbo por el desierto realizando ayunos extremos, pero sólo cuando llegó a una cueva lo suficientemente oscura, húmeda y fría sintió que había encontrado su hogar. \nHoy en día un personaje así sería un loco o el fundador de una secta destructiva. No así en el siglo V en el que no se podía hacer este tipo de cosas sin ser de alguna manera famoso. En todos los rincones del Imperio Bizantino no se hablaba de otra cosa y lentamente una multitud de peregrinos, enfermos y tullidos fueron acercándose a su cueva. Estos hombres molestaban las profundas meditaciones de nuestro santo pidiendo ser sanados y tomando como reliquias cualquier cosa tocada por sus manos. \nSan Simeón, que era un santo al fin y al cabo, soportó con paciencia estas visitas inoportunas. Sin embargo, cuando por enésima vez le interrumpieron el padrenuestro pidiéndole que bendijese algún muñón, decidió que había llegado la hora de acabar con aquella falacia. Pidió a la muchedumbre que levantasen una columna para poder rezar a gusto y allí subió para estar más cerca de Dios y un poco más lejos de sus molestos seguidores. Más tarde se subió a otra más grande y (no entiendo bien el inglés en este punto) tal vez otra más grande aún desde la que, apartado de los pecados y las mentiras humanas, pudo entregar el resto de su vida a orar a Dios nuestro señor.”
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  • 2009-05-03 10:40:19
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  • La Leyenda Áurea (San Simeón el estilita III)
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