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    Aquella noche hamaquera no fue la misma de Puerto Escondido, de la playa de Tulum, de San Agustín… \n\n \n\n\n\n\n\n

    Ya había encontrado acomodo entre los nudos, la respiración, pasados los primeros momentos de sofoco, había retomado su ritmo, aunque de vez en cuando se despertaba boquiabierta en el último suspiro. "Respira suavemente, no estas en esta cabaña maldita con todos los orificios blindados, no oyes esos ruidos de las ratas peregrinas por el techo, seguro que ninguna culebra se atreverá a perturbar el sueno de los alemanes, dentro de 9 horas amanecerá"… Me acuno con sumo cuidado para no caerme patasarriba.\n\n \n\n\n\n\n\n

    De repente un pinchazo, cual inyección anti-ciática que ponían a mi padre bramando cuando era pequeña, me hizo saltar de la hamaca al mismo tiempo que “algo blando” caído del cielo. ¡No grites!. Nadie reparó en mis imprecaciones multilingües favoritas. Con asco les mire y quería haberme convertido en gigante anaconda para engullirlos.\n\n \n\n\n\n\n\n

    Pero la materialización de mis deseos no es mi especialidad. ¡Súbete a la hamaquita, reina! ¡Sacude las cuerdas! ¡Coloca unos cartones en el fondo para mayor comodidad y hazte la muerta hasta el amanecer!\n\n \n\n\n\n\n\n

    Y así pasó la primera noche de convivencia con una familia nativa.\n\n \n\n\n\n\n\n

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    El sol rasgo las tinieblas y las fuerzas del mal volvieron a su guarida y a mi me volvió la vida. Es como asistir al primer dia de la creacion y ademas con sonrisa de Vera incluida.\n\n \n\n\n\n\n\n

    ¡Al desagüe! Meneito de caderas por el tronco resbaloso. Lavado a chorros sentada en la baranda con el agua del río aromatizada con la lata de pina en almíbar. Es que a mi lo de las pirañas no me mola demasiado.\n\n \n\n\n\n\n\n

    La menina de Joao se descuartiza de risa, hace como que me empuja al abismo y yo aúllo de terror ante la sonrisa discreta y el brillo de los ojos de su madre. Mis alemanes no se lavaran. De todos es sabido que en la seva no existe contaminacion.\n\n \n\n\n\n\n\n

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    Hoy nos toca pesca de piraña por los igarapés, nos vamos en una canoa deslizándonos suavemente por las aguas pretas bajo doseles centelleantes al contacto de un rayo furtivo. Terrible silencio. Vuelve Aguirre. Oigo su voz susurrante. Isabel de Atienza más bella que nunca despertando codicias. Joao se detiene y prepara el cebo. Esperamos hasta que el sedal empieza a bailar, subimos las pirañas: dientes picudos, ojos desaforados. ¡Muertas! Su cabeza se convierte en pasto de sus congéneres que acuden al funeral. La regeneración de la madre Naturaleza, me digo.\n\n \n\n\n\n\n\n

    Por la noche, tras la cena de piraña (todo ello muy “turístico” y aprendido por nuestro anfitrión), caza de yacare, como le dicen aquí al caimán. Que si linternas, que si cuerdas, que si cámara, que si no meterse muy cerca estribor, en fin, la puesta en escena que esta bien para la primera vez como en el amor.\n\n \n\n\n\n\n\n

    Nuestro hombre enfoca un yacare respetable y lo saca del agua para la foto de rigor. Atención, Joao! Un errorcito puede costarte el brazo.\n\n \n\n\n\n\n\n

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    De manana paseo por la senda establecida para descubrir los palos de corteza febrífuga, las lianas acuíferas, las hojas curativas, las raíces ponzoñosas, los insectos omnipresentes. Gracias a los dioses que aquí no hay las temidas sanguijuelas oscilantes de la India. \n\n \n\n\n\n\n\n

    Más paseos en canoa por otros ríos, monos, algún pájaro pero nada de piraracu, nada de papagayos multicolores, nada de anacondas, nada de jaguares…ellos se esconden de estos visitantes inoportunos.\n\n \n\n\n\n\n\n

    El último día descubriría y pagaría en carne propia que el fofo y su sargenta se lavaban los dientes con agua mineral. ¡Faltaría mas! Ya que no usaban el caudal del rió derecho tenían a utilizar unas cuantas botellitas para su higiene.\n\n \n\n\n\n\n\n

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    Y llego el día del retorno. Abrazos (míos) a la familia de Joao, manos de despedida que no pueden separarse. Saltamos al barco que ruge impaciente. “Ahora navegaremos por el centro del río, si no la corriente nos empujaría hacia la orilla” Explica nuestro capitán de fragata.\n\n \n\n\n\n\n\n

    La proa del barco se levanta en ruda pelea contra la fuerza del agua que se apresura por abandonar Manaus. Esto empieza a ponerse fiero, me digo al contemplar los nubarrones plomizos, el ventarrón que agita las aguas y súbitamente las convierte en marejada del Cantábrico. Y yo que te creía tan manso, Amazonas domesticado de Manaus.\n\n\n\n\n

    Llueve a cantaros, empezamos a achicar el agua pacientemente confianzudos como íbamos con nuestro Joao. Pasara la tormenta. Es una descarga de adrenalina mas, es lo que tiene los viajes de aventura!\n\n\n\n\n

    “¡Nooooooo! Voy a intentar salirme del medio y alcanzar la orilla”, grita. Una y otra vez el barco esta a punto de volcarse en la maniobra. El Amazonas no quiere soltar su presa. Los goterones nos azotan, el viento encrespa las agua y pienso que no veré El Pantanal.\n\n\n\n\n

    Un golpe de suerte y la pericia del capitán nos deposita por arte de magia en un arenal finísimo nacarino con fondo de gigantes verdes silenciosos. Pero no te sientes, reina, el maligno te espera debajo de cada piedra de cada rama calcinada y acogedora.\n\n\n\n\n

    “Tiene una vía de agua, hay que repararla como sea e intentar llegar al puerto del hotel Tropical, no esta lejos”, nos lanza Joao la mirada sepultada en el barco traidor.\n\n\n\n\n\n

    ¡No tiene herramientas! ¡No tiene estopa! No tiene ni un clavo, ¡el pobre! ¡Eso se llama confiar en la providencia divina! nos mira de reojo, desamparados como estabamos. No me salen las palabras de miedo que nuestro hombre se quede atenazado por la angustia.\n\n\n\n

    Pero no, Joao no se rinde tan facil, es mucho Joao para el Amazonas y nosotros somos sus invitados.\n \n\n\n\n\n\n

    Tras varios intentos, decide rasgarse la camisa y taponar los orificios, que son varios. ¡No es tarea fácil! Se salen con la fuerza del agua, pierde algunos, los remete con un clavo que arranca de alguna parte. ¡Listo! “Aquí no nos podemos quedar, las aguas subirán, no hay mas remedio que ponerse en camino. Iremos despacio. Hay que ponerse los chalecos salvavidas, por si acaso”.\n\n\n\n\n

    Los chalecos no nos salvaran de una muerte certera si no llegamos antes del atardecer, pienso, animada de una extrana calma.\n\n\n

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    Tras un tiempo que me parece eterno, con el brazo paralizado de tanto apretar los tapones me aferro, vacilante, las piernas algodonosas, a la sólida barandilla metálica de las escaleras del embarcadero del hotel Tropical. ¡A salvo!\n\n

    Joao habia cumplido su palabra.\n\n\n\n\n\n\n\n

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    FOTOS: cortesia de GOOGLE\n\n\n \n\n\n\n\n\n\n

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  • MANAUS (III): el Amazonas, palafito, muerte
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