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  • Desde muy pequeño decía siempre que prefería el frío intenso antes que el sofocante calor de los veranos andaluces. Después de vivir en Finlandia durante casi un año, de haber pasado dos intensos meses de invierno con más de un metro de nieve y temperaturas inferiores a -20 grados, te piensas que estás curado de sustos y que no hay más cosas que te puedan contar sobre el frío extremo.\n\n

    Hace dos meses estuve en Rusia.\n\n

    Confiado en que nos encontrábamos a finales de febrero y que lo peor del invierno había pasado, emprendí mi viaje a San Petersburgo sin preocupación alguna, incluso con algo menos de ropa de invierno de la que utilizo en Finlandia. La primer mañana me levante con esa gran suerte mía de tener siempre días despejados y soleados cuando viajo, aunque no sé si en esta ocasión lo llamaría realmente suerte. Los cristales de la casa de mi colega estaban completamente empañados, pero mi subconsciente mediterráneo me decía que con el solecito fuera haría algo menos de frío que en Finlandia. Sin embargo y por si las dudas, me enfundé en mi ropa térmica, me abrigué bien, bufanda, gorro, guantes… vamos, lo que se dice bien en toda tierra de garbanzos, aunque en Rusia sean importados.\n\n

    Al salir a la calle comencé a notar un frío que me calaba a través de las múltiples capas de ropa y calzado. Mientras tanto, intentaba caminar y mantener el equilibrio en medio de calles de hielo y gente con prisas. Finalmente, tras un par de patinazos y la suerte de no haberme roto algo, alcanzamos la avenida Nevsky. Los termómetros marcaban -28 grados y la brisa del báltico soplaba como una ráfaga de cuchillas. Mis manos, cubiertas por unos guantes lo suficientemente finos y térmicos como para utilizar la cámara de fotos en invierno no aguantaban más de 2 o 3 minutos fuera de los bolsillos de mi abrigo; la batería de mi cámara tampoco. \n\n

    Tras un interminable callejeo por San Petersburgo bajo cero, la mitad de mi cuerpo había perdido la sensibilidad, colgaban trozos de hielo de mis pestañas y me costaba trabajo respirar. Jamás había sentido un frío tan extremo en vida, resultaba insoportable esa sensación de congelación paulatina. En mi cabeza todo lo que había era la imagen de una taza de café y sin embargo, en un momento de lucidez y extremo surrealismo, me percaté de lo que hasta el día de hoy ha sido el shock térmico más grande de mi vida: algunas mujeres andaban por la calle con escotes y minifaldas mientras yo creía que iba a perder los dedos de mis pies. Andrey miraba mi cara de estupefacción y se reía con ironía, entonces me di cuenta de que en realidad no tenía ni puñetera idea de lo que es el frío invierno ruso. No quiero ni pensar como puede ser un mes de enero en Siberia.\n\n

    Unos días después puse rumbo a Tallinn. La temperatura en la capital báltica era considerablemente menor, rondaba los cero grados y después del frío de San Petersburgo la sensación era como de verano. Y es que cuando pasas de -28 a 0 grados en tan poco tiempo, no resulta poco común salir a la terraza en camiseta y calzoncillos como si fuese verano. Sin embargo, Tallinn no tardó en convertirse en una ciudad que recordaré con dolor. Los constantes patinazos con el hielo de sus empedradas calles seguramente me los va a recordar mi espalda dentro de unos años. La cantidad de hielo que había en Estonia es digna de ser mencionada y es que durante los días que pasé en Rusia, en el país báltico sufrieron las heladas mas intensas de los últimos años.\n\n

    Al poner rumbo de vuelta a Finlandia, una imagen escalofriante impactó en mi pupila; el mar era una bloque gigante de hielo. Los ferries se atascaban mientras los rompehielos intentaban liberarlos. Nuestro ferry estaba a punto de zarpar y desde la gélida cubierta yo me sentía como Leonardo DiCaprio: con las narices escarchadas y hundiéndome en el agua mientras el feo de mi colega se aleja de mi montado en un trozo de puerta agitando la mano y riéndose. El frío de la brisa en cubierta comenzó a calar en mi imaginación y el sonido del hielo partiéndose no ayudaba demasiado. No tardé en volver al interior del ferry para poner fin con una taza de café caliente a 18 días de frío y hielo que sin duda me han hecho replantearme esa pregunta eterna: "¿Qué prefieres el frío o el calor?" y a la cual respondo, "hasta nuevo aviso, una playa en las Bahamas".\n\n

    Os dejo con unas refrescantes imágenes del Báltico congelado.\n\n

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  • 2010-05-06 13:41:18
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  • Mares de hielo y minifaldas bajo cero
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