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  • En 1905 un judío ucraniano llamado León Malamud reunió a su familia para comunicarles que se marchaban. Hubo llantos y resistencias, pero el riesgo cierto de morir asesinados en el pogromo que se avecinaba los decidió a correr otros peligros, los peligros del exilio. De modo que atravesaron Europa en carromato y ferrocarril y en Marsella se subieron a un barco que los llevó hasta la Argentina. En un lugarcito de la pampa llamado Colonia Independiente de Médanos les nació un nieto llamado Enrique.\n\nEnrique tuvo la suerte de ver al último gaucho vivo. Nadie sabía por dónde, pero llegaba al amanecer montado en su caballo. Fiero, solitario, orgulloso, trabajaba de sol a sol en las labores que hubiera menester, sin emitir la menor protesta, sin tolerar la menor broma y sin intercambiar palabra alguna con los campesinos. Comía retirado del resto, recibía su salario y se aprestaba a dormir allí mismo, al raso, debajo de su caballo que hacía las veces de manta. Cuando se acababa la faena o decidía que ya tenía suficiente dinero, se marchaba con el mismo sigilo con que había venido, como un centauro, simbiotizado con su animal, perdiéndose a lo lejos en la bruma de la pampa. \n\nEnrique aprendió también a cabalgar y a usar el cuchillo. Luego aprendió a escaparse de la escuela para oír la radio de galena en el galpón de un vecino llamado Moisés Najt y para ver películas de vaqueros en una barraca tumultuosa a la que llamaban "el cine". Luego se hizo médico. \n\nEn 1964 era director del Hospital Regional de Mar del Plata, donde se rodeó de un grupo de humanistas iluminados que creían en el poder revolucionario de la sanidad pública. Hicieron cosas sospechosas, cosas dignas de destitución fulminante, como trabajar sin cobrar, expandir la atención preventiva, dar cobertura completa y gratuita al cien por cien de la población o abrir guarderías dentro del hospital para los hijos de los obreros. En 1970 se lo vio de nuevo haciendo de las suyas en la Patagonia como director del Comodoro Rivadavia, y en 1976 se hallaba destinado en el fatídico Hospital Posadas de Buenos Aires. Tanquetas y helicópteros militares tomaron al asalto el hospital un 28 de marzo. Enrique Malamud, su mujer Lucía y una treintena de médicos y trabajadores del Posadas fueron detenidos y torturados bajo la acusación de subversivos. Al cabo de dos semanas de encierro, una disputa entre policía y ejército por la jurisdicción de los subversivos -son míos, son tuyos- los dejó por unas horas milagrosamente en la calle. Sin perder tiempo salieron del país con lo puesto y en la clandestinidad. Tras dar algunas vueltas, recalaron en Nueva York.\n\nVeinte años después, en noviembre de 1996, Enrique y Lucía hicieron un viaje a España. Visitaron Granada, y en Granada quisieron ver la casa de Federico García Lorca. Tocaron la puerta pero nadie les abrió. Volvieron a llamar y un joven hostil asomó por el vano. "Qué quieren", escupió. "Ver la casa del poeta", respondieron alegremente. El joven refunfuñó, pero al cabo se ablandó y les enseñó la casa con profesional lujo de detalles. Debieron de amigarse, porque al día siguiente ya estaban cenando juntos y un mes después el joven era invitado a Nueva York a dar una charla sobre García Lorca para la ANACITEC (Asociación Argentino-Norteamericana para el Avance de la Ciencia, la Tecnología y la Cultura), a la que Enrique y Lucía pertenecían. \n\nEl joven se resistía a hacer aquel viaje. "Yo no soy nadie", repetía. Ellos insistieron: "En Nueva York no importa lo que eres, sino lo que haces". \n\nY fue. Quiero decir, fui. \n\n.\n\n.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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