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  • Atenas sigue siendo esa ciudad sucia, bulliciosa y caótica en la que los motoristas van sin casco y los inmigrantes caucásicos secretean en las esquinas con sus chaquetas de falso cuero barato. Adoro Atenas. Oriente en Occidente. Tiene algo de Trípoli, de Damasco, de Nicosia, incluso de Tánger (en esas cuestas con edificios que un día fueron blancos y que no sabes adónde van a dar si no es al mismo cielo azul), y muy poco, tal vez, de Barcelona.\n\nMi amigo Tasos Panaiotidis me lleva a tomar un café nocturno frente al iluminado skyline ateniense. Allí hablamos mientras miramos la gente pasar. Tasos es el propietario de una empresa de pintura industrial. Se va a casar con su reluciente novia Déspina, empleada en un banco, y a la boda están invitadas mil doscientas personas. Pero aclara: solo iran novecientas. No me perdonará mi ausencia, pero me quedo tranquilo porque sé que no me echará de menos. ¿Y vuestra luna de miel?, pregunto. Bora-Bora, responde. Me muestra fotos de las playas. Pero Tasos, mira que eres burro, yo con ese dinero que te va a costar una quincena en Bora-Bora podría pasar un lustro sabático en Buenos Aires. Me hace ilusión, qué quieres, responde: la vida hay que gastarla como si fuera un billete. Además, mi mujer es eurófaga (comedora de euros). \n\nVamos al Pireo a cenar, a una parte del puerto donde huele a pescado y no a gasolina, y nos sentamos ante nuestras mesas con los hules de cuadros azules y blancos junto a un minúsculo fondeadero donde se mecen las pocas barcas de pescadores que aún quedan. En su imprescindible Breviario mediterráneo, Predrag Matvejevic distingue las "ciudades en el mar" y las "ciudades del mar", según se limiten a estar en su orilla o a fundirse con él. También distingue las "ciudades con puerto" de las "ciudades-puerto", según su distancia metafísica entre el mar y el interior, y nos preguntamos a qué categoria pertenece Atenas. \n\nDe pronto oímos gritos en una mesa lejana. Me levanto a mirar. Dos viejas meretrices entradas en arrugas y carnes están brindando por la vida y la amistad a grito pelado. Sus vasitos de ouzo hacen un estruendoso chin chin al golpearse. La botella está más que mediada. Entonces es cuando Tasos me hace saber que en lengua griega "publicar un libro" y "prostituirse" se dicen con el mismo verbo, en el primer caso en forma activa y en el segundo en forma pasiva. A mí este descubrimiento me deja maravillado y suspenso. El verbo es "ekdido" (yo publico) y "ekdídome" (yo me prostituyo). Claro. Entusiasmante precision de la lengua griega. \n\nEn esas estamos cuando las mujeres públicas de la otra mesa empiezan a tirarse de los pelos y a insultarse. El mesero trata de mediar sin poner mucha energía, como si le diera igual el espectáculo o como si estuviera acostumbrado. La gente se queda mirando casi sin interés. Ellas ejecutan una coreografía de golpes a cámara lenta, se desgarran los escotes, se tiran de las medias agujereadas, pierden un zapato, se levantan, se abrazan, se alejan hacia la carretera, se golpean de nuevo, caen. ¡Turca putana, turca putana!, grita una. ¡No, turca no!, responde la otra. \n\nLuego vamos a bailar. En todos los pubs de Atenas se baila con fervor el chiki-chiki. Tasos me pregunta que significa "perrea, perrea", pero no sé responderle. \n\n\n\n\n(Dedico este post a Fran Ramallo y Aurelio Ramírez)\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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  • Cuaderno de Tesalónica. Tasos y el chiki-chiki
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