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  • Me llevan a ver una comedia de Aristófanes, Los pájaros (o Las aves, según la traducción) a un teatro al aire libre, un teatro con gradas semicirculares a la manera clásica que hay en una colina boscosa a cuyos pies se extiende Tesalónica. Lo llaman El teatro del Bosque. Hay expectación porque se trata de la reposición de una versión legendaria, la que dirigió Karolos Kun en el Teatro Technis (del Arte) de Atenas en los años sesenta, con música de Manos Hadjidakis (léase Jatsidakis) y vestuario de Iannis Tsarujis (léase Charujis).\n\nLlegamos corriendo, con el temor de quedarnos sin entrada. Veinte euros cuesta la que llaman canónica (déme una canónica, por favor), quince con descuento. En torno a la puerta hay un guirigay de puestos ambulantes de refrescos y golosinas, y bandadas de rumanos de todas las edades venden con enorme éxito trozos irregulares de corcho blanco por un euro. ¡Un maxilari, caballero!, pregonan. ¿Quiere un maxilari, señorita, para sobrellevar la función? ¡Maxilaris para el teatro! ¡Maxilaris grandes y chicos para la función! Pregunto qué significa maxilari (almohada, cojín) y de dónde sacan los trozos de corcho: de por ahí, me dicen. Rechazo comprar uno: bah, digo. No me hará falta.\n\nBuscamos con dificultad un asiento: el teatro está lleno. Lleno. Dos mil quinientas personas. Abro los ojos, me pellizco, suelto una especie de ahhhhh. Está lleno. Familias, grupos de adolescentes, niños, parejas de gente mayor, estudiantes, gente endomingada y gente desastrada, todos en alegre promiscuidad. Rodeados de cipreses. El mar Egeo al fondo, detrás del escenario. Las nueve de la noche. Luna creciente. Vendedores de pipas y refrescos pregonan sus productos entre la multitud. Definitivamente, el teatro en Grecia está vivo. \n\nLos pájaros trata de unos atenienses que, hartos del mundo, deciden largarse a una república utópica en el aire, una ciudad de los pájaros donde no haya leyes ni policías ni jueces ni violencia. Yo no entendía nada pero lo entendía todo. La gente se reía a carcajada limpia en donde los chistes marcaban que había que reirse. Los actores llevaban unas mascaras idénticas a las que he visto en los museos arqueológicos de Tesalónica y Atenas. Diseños de hace dos mil quinientos años para el teatro representado hoy. \n\nLa música: absolutamente maravillosa. Manos Hadjidakis es en mi opinión el mejor compositor griego del siglo XX (con permiso de Xenakis y de Theodorakis). Lo recomiendo con pasión y fervor: algunos de sus discos están en la FNAC de Callao, en Madrid. Sobre todo una obra maestra, Baladas de la calle Atenas, un disco perfecto para introducirse en la música de Hadjidakis. Lo popular y lo culto alambicados de manera suprema. \n\nTermina la obra y el aplauso es cerrado, cálido, intenso, ni muy corto ni muy largo: un aplauso de entendidos. Dos horas de Aristófanes sobre una grada de cemento. Mis posaderas aúllan de dolor. La gente se marcha contenta, entre risas y abrazos, y deja tirados los maxilaris en cualquier sitio o incluso los devuelve a los rumanos: para que los vuelvan a vender. \n\n\n\n\n\n
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  • 2008-09-06 08:09:35
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  • Aristófanes en el Teatro del Bosque
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