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 Los inicios del automóvil y su difícil convivencia con los caballos que se asustaban de los nuevos artilugios “calentó” la cabeza a algún diseñador de la época. Un inventor de ideas “pelegrinas” norteamericano, Uriah Smith del estado de Michigan, se le ocurrió, en 1899, colocar a un automóvil, en su parte delantera, una cabeza simulada de caballo de tamaño conveniente para “engañar” a los “pura sangre” que se cruzasen en su camino. Para ahorrar espacio y darle una utilidad a tan tamaña cabeza, proponía incluir en ella el deposito de combustible. La idea como es natural no llegó a pasar del papel donde fue concebida
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