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  • Se levantan en mitad de los caminos; en las encrucijadas; en las cercanías de ermitas, iglesias y lugares consagrados; a la entrada y a la salida de los pueblos. A veces, en solitario y otras en grupo, las cruces, crucetas y pairones constituyen un interesante enigma, tan fascinante -quizás- como el misterio que envuelve las marcas de cantería que acompañan siempre a las principales edificaciones de estilo románico diseminadas a todo lo largo y ancho de la geografía peninsular.\nAlgunas contienen elementos decorativos bellamente labrados, como una con forma de de cruz de caravaca, que se encuentra a la salida de la población de Berlanga de Duero; incluso existe otra en dicha población -ésta situada junto a un parque infantil, muy cerca del imponente castillo- con la figura de un Cristo martirizado.\nOtras, posiblemente la mayoría -un ejemplo de ello, son las cruces que jalonan el camino a San Saturio- están con la piedra tan desnuda de adornos, figuras o inscripciones, que recuerdan la desnudez del ser humano cuando nace.\nExisten las que señalan la proximidad de una ciudad; las que se levantaron como recordatorio a los caídos en las guerras. Están también, por supuesto, las que recuerdan el punto kilométrico de la carretera, donde el destino se llevó un día aciago a un ser querido. Estas suelen estar siempre acompañadas de flores. Y aún hay otras más, que marcan las estaciones del viacrucis en las procesiones del Viernes Santo.\nLas hay que determinan, estratégicamente situadas, un camino iniciático, como el Camino de Santiago, que indican al peregrino las etapas de su largo y tortuoso viaje.\nPara algunos investigadores, las crucetas, en muchos casos y a falta de una iglesia, constituían el punto de reunión donde los fieles escuchaban misa.\nPero, quizás, el lado más romántico de estos símbolos solitarios, tristes y melancólicos -como los chopos de la ribera del Duero de los versos de Antonio Machado- sea el que ofrece la Literatura.\nEn efecto, cuando la leyenda y la fantasía se confabulan, las crucetas se convierten en el cerrojo que asegura -en algunos casos, por supuesto- la puerta del infierno que impide que los espíritus maléficos se manifiesten en el mundo.\nPongamos, por ejemplo, la aterradora leyenda 'La Cruz del Diablo', de Gustavo Adolfo Bécquer, y el espíritu perverso, inquieto y vengativo del señor del Segre. Aunque, por cierto, en éste caso la cruz era de hierro, como esa cruz de triste recuerdo -comparativamente hablando- que muchos oficiales alemanes perseguían durante la Segunda Guerra Mundial.\nOtro ejemplo -real, en éste caso- es la cruceta que se encuentra junto a la puerta de San Polo (antiguo monasterio templario, en la actualidad propiedad privada), donde el prolífico Gustavo Adolfo situó otra de sus maravillosas leyendas: 'El rayo de luna'.\nEl cine también ha asumido cierto protagonismo, y es frecuente contemplarlas en numerosas películas de la saga Drácula (Terence Fisher), de la productora británica Hammer Films, siempre en cruces de caminos solitarios, no muy lejos del castillo del siniestro y sediento conde.\nPero, en cualquier caso, ¿qué viajero no dirije su atención hacia ellas cuando se las encuentra en el camino, dejándose arrastrar por el pensamiento de que tal vez no representen lo que realmente parecen?. ¿Quién, utilizando elr ecurso de la curiosidad, no se ha preguntado alguna vez, por qué se levantaron realmente y sobre todo, quién las levantó?.\n
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  • 2007-06-15 08:41:18
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  • Cruces en el camino, ¿símbolos de fe o algo más?
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