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  • ¿Pueden las ruinas de una ciudad despertar tanta variedad de sentimientos; ofrecer tanta belleza, incluso cuando su historia está teñida de tragedia, sangre y destrucción?. Creo que sí. En este sentido, me considero afortunado por haber podido pasear entre esos muñones cargados de recuerdos, donde a veces el susurro del viento semeja el grito de libertad con el que miles de gargantas celtíberas enfrentaron un holocausto que, siglos más tarde, aún perdura entre las páginas más heróicas de la épica de este país. Y es que en Numancia -por mucho que se empeñe ese otro ejército invasor que espera impaciente la orden para lanzar a la ofensiva a sus excavadoras-, los fantasmas se niegan a desaparecer.
    He tenido el privilegio de visitar las ruinas de ésta ciudad arévaca en varias ocasiones, con el interés añadido de hacerlo en diferentes épocas del año; y si he de ser objetivo, no sabría decidirme en cuál de ellas la coquetería de Numancia hace que uno se sienta deslumbrado frente a su belleza: si en primavera, cuando los campos se llenan de amapolas -semejando ese tributo de sangre, que la Madre Tierra devuelve todos los años, para que nadie se olvide de su gesta- o en invierno, cuando la Reina de las Nieves extiende su capa de armiño y plata sobre todo el entorno, hasta el punto de que cada atardecer, uno puede incluso ver las estrellas en él reflejadas.
    Porque amigos, no lo olvidemos nunca: Numancia es algo más que unas ruinas y unas páginas gloriosas en la Épica de la Historia, aunque muchos visitantes pasen de largo y algunos piensen que no es rentable. Numancia es un entorno. Un entorno natural, soberbio y digno, que no merece la vergüenza del hormigón, las alambradas y el tráfico indiscriminado de vehículos y camiones. Y tampoco nos engañemos: no existen las Ciudades del Medio Ambiente, porque todo lo que huele a civilización, tarde o temprano termina por escupir al exterior sus heces.
    Porque yo -y en esto me solidarizo con el inmortal santero de Gaya Nuño- 'soy del bando de los numantinos, de los Retógenes y Teógenes, nombre éste que ha continuado en la tierra soriana con expresiva y decidora supervivencia de homenaje al numantino. Cuando una vieja dice a otra: 'He tenido carta de mi Teógenes, que está haciendo el servicio', parece que continúa haciendo el servicio contra los romanos, frente a los campamentos de Renieblas'...
    Y es que en Numancia, en la actualidad, se lucha otra guerra.
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  • 2009-02-03 06:46:28
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  • Crónica de la Soria Blanca: Numancia
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