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 La Torre Eiffel despliega su belleza desde todos los puntos de vista y desde todos lo ángulos de París. \n\nSu porte erecto y gracil me recuerda al de una bailaora cuando planta sus tacones en el escenario y ventea hacia el tablao su traje de cola desplegándo sus volantes caídos al peso a modo de vestido de mesa de camilla.\n\nAnclada en el suelo sí, pero, a su vez, zalamera, presumiendo de sus hechuras y pregonando a los cuatro vientos de París que la Reina, con mayúsculas, es ella, la más grande y la más hermosa.\n\nY eso no se puede discutir.\n\nCuando el sol brilla, la Torre Eiffel, nuestra torre, luce palmito por sus cuatro costados reflejando cada halo de luz en su férrea estructura. \n\nAl caer la noche, al son de las luciérnagas relampagueantes que se disparan a cada hora en punto, la figura de la torre se transforma, se viste de gala, se va de fiesta, traje negro con lentejuelas para deslizarse al son de un baile de salón junto al Río Sena. Juntos ya para siempre. Así desde el primer día.\n\n Pero ella, juguetona, en alguna mañana de invierno, se hace la remolona, invitándonos a no despertarla y continuar con su cálido sueño acunada sobre las nubes de algodón que la arropan con sus sábanas blancas. Son los días de niebla.\n\nY, créanme, lo puedo asegurar, es de las estampas más maravillosas que podemos difrutar de la Torre Eiffel. Yo tuve esa suerte la última vez que fui a visitarla. \n\nLógicamente no pude subir a su cima para regalarle al oído algún poema de amor, pero desde abajo disfruté de un crucero por el Sena mientras miraba su esbelta figura sin saber si se hacía la dormida o si quería jugar a los fantasmas.\n\n\n
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