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  • \nMe dices que, pese a todo, quieres que te hable de Teheran, que por inhóspita que sea algo tendrá que ver y disfrutar y decido estrujar mi neurona.\n\nEstán los numerosos museos, perfectos para cuando no se sabe en qué matar el tiempo porque ni siquiera el Arqueológico Nacional es como para quitarse el sombrero. En cambio, el Museo de las Joyas debe impresionar pues guarda la mayor colección de idem tras la de la reina de Inglaterra, pero abre tan pocos días que no me ha coincidido el verlo.\nEstá el Bazar, que es comercio a la oriental pero que por su estructura y paisanaje no tiene ningún encanto.\nEstá el monumento, tantas veces fotografiado, en recuerdo del 2.500 aniversario de la creación del imperio persa... y que encuentro vallado y en obras.\nY está el Palacio del Golestán que, hoy porque rodamos una película y mañana porque cerramos pronto por Ramadán, tampoco he visitado.\nEstán los funiculares a las cumbres, y me contaron que hacía frio y no se veía casi nada de tanta contaminación que la ciudad respira pero que las rocas ¡oiga! muy bonitas.\n\nY con razón me dirás ¿pero es que no hay nada que redima a esta inmensa y gris urbe? y te digo que sí, que hay algo: sus parques.\nCientos de parques más o menos grandes que jalonan toda su extensión. Bellos parques sumamente cuidados, frondosos y floridos donde los iraníes pasan horar y horas convirtiéndolos en su segundo hogar. Parques donde el agua omnipresente juega en fuentes o se remansa en estanques.\nUno de los mayores, en la fresca parte alta de la ciudad, pertenecía a los Pahlevi. Allí, entre árboles de recto y altísimo tronco desmochado y tupida copa que proporcionan kms de sombra, entre parterres y praderas surgen pequeños palacios de reciente factura sin especial encanto entre los que hay que visitar el Blanco, anodina vivienda de nuevo rico y residencia del último Sha, y el encantador Palacio Verde de su padre, en donde el rústico fundador de la dinastía prefería dormir sobre mullida alfombra que sobre historiada cama.\nParques que se prolongan por calles y avenidas gracias a los jubs, anchas acequias urbanas que canalizan el agua que baja de los nevados montes Elborz y que llevan la vida a los cientos de árboles que otorgan la tan necesaria sombra.\nLa afición del pueblo iraní a sus parques es tanta que han elevado la costumbre del pic-nic a deporte nacional pero de eso, si no te importa, hablaremos otro día.\n
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  • 2007-10-07 10:47:35
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  • Cartas desde Irán -2-
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