|
sioc:content
|
-
 Salir pronto a la calle, mirar ese cielo hoy también sin nubes, notar en la piel la mezcla del último frescor de la recién acabada noche y los primeros calores del nuevo día, caminar las limpias aceras mirando distraída los escaparates de los omnipresentes comercios a los que les faltan un par de horas para empezar a abrirse a los posibles clientes, observar a los escasos transeúntes rumbo a su trabajo, sentir la adormecida curiosidad ante tu tempranera presencia en su camino... Y luego salir a buscar, encontrar y no lograr ver las iglesias armenias porque igual yo tampoco le abriría la puerta a un turista si me sacase de la cama a las 8 de la mañana para que le enseñase aquello que cuido. Y más tarde tampoco poder disfrutar de los efectos de la luz en los pasillos del Bazar porque es tan temprano que todavía los rayos del Sol no han encontrado el camino de las lucernas.\n\nPero que eso dé igual porque la temperatura es perfecta, el tráfico aún es soportable, los niños caminan recién peinados y aún dormidos hacia los colegios y un zumo de melón y un trozo de cremoso pastel con pasas y canela se convierte en el mejor de los desayunos posibles mientras vamos a reunirnos con el resto del grupo. \n\n\n\n¿Sabías que la Mezquita Azul de Tabriz es el escenario de uno de los capítulos de "Las mil y una noches"? Antes de que un terremoto destruyera los hermosísimos azulejos de sus fachadas se la conocía como "La turquesa del Islam" y observando los que quedan en su interior parece que el sobrenombre no le iba nada grande. Estamos prácticamente solos y recorro las naves en silencio, maravillada ante la perfección de lo que queda e intentando reconstruir en mi mente lo que pudo haber sido. La luz entra por las celosías de los múltiples ventanales y hace brillar los cien tonos de turquesa y añil que decoran los arcos y las paredes, intento una y otra vez atrapar con mi pequeña cámara algo de lo que mis ojos ven pero me rindo y entonces me concentro en grabar en mi memoria la armonía de las formas, los juegos de las sombras, las gradaciones del color, y la serenidad que transmite todo el conjunto. Solo me faltan unas alfombras extendidas en el suelo y tiempo para poder sentarme a escuchar al padre que explica con orgullo a su hijo lo que este ve por vez primera, tiempo para ver como baila la luz sobre las flores de azulejo, tiempo para imaginar las lámparas con cientos de velas, las invocaciones del mulá y la inclinación simultanea de mil cabezas, tiempo para saborear hasta el fondo esta belleza.\n\n\n\nPero el tiempo se acaba y queda por ver el Museo de Azerbayán antes de dejar la ciudad. Pequeño, cuidado, con unas cuantas piezas realmente sobresalientes, con una adecuada representación de la orfebrería, la joyería, la cerámica o las telas. Dos plantas museísticamente típicas y una tercera, el sótano, sorprendente.\n\nAllí una amplia sala alberga una serie de esculturas de dimensiones más que generosas y uniforme acabado que sobrecogen por su temática y mágico realismo.\n\nEl inmenso anciano que sostiene y mira entristecido a este planeta, las madres desesperadas ante los hijos heridos, la enorme jaula que alberga las torturas de los prisioneros políticos, las gentes que huyen en frenética carrera intentando escapar de las fauces del dragón de múltiples cabezas llamado "Angustia"... una tras otra ponen brutalmente ante mis ojos otra realidad, me enfrentan a la cara oscura de la moneda de este mundo. Apenas 30 minutos y un par de kilómetros después de la luz de lo más bello que pueden hacer las manos de los hombres me doy de bruces con las sombras que pueden surgir de esas mismas manos como para que no olvide que todo tiene el mismo origen. \n\n\n\nRealmente uno encuentra lecciones de vida casi detrás de cada esquina.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
|
![[This page as RDF]](http://webenemasuno.linkeddata.es/static/rdf-icon.gif){kind=icon}