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Uno de los apartados que más juego dá, a la hora de hablar de los viajes realizados, es el que yo llamo los "Daños Colaterales". Peajes físicos más o menos ineludibles directamente relacionados con los cambios de hábitos alimenticios y/o sanitarios y la consecuente toma de contacto con microorganismos absolutamente extraños a nuestro universo occidental y civilizado.\nAnte una cañita y un paisaje de bosque domado contaba yo hace un rato como y por qué mis intestinos pasaron de ser inmunes a cualquier tipo de picante a recordarme cada día siguiente si el anterior probé el Tabasco o me pasé con el curry de Madras. Una desgracia, se lo juro, cuando has aprendido a apreciar lo que gana la comida con un punto de fuego en la boca.\nSucedió en Estambul, para mí la ciudad más bella del mundo. Habíamos pasado una semana recorriéndola y decidimos despedirnos con una cena en uno de los restaurantes de pescado del mercado. Mientras esperábamos nos trajeron una salsa algo picante pero deliciosa en la que mojar pan o papas. ¡Qué les voy a decir! cayó al completo como exótico entremés de una bandeja de pescado espectacular.\nDespués paseito, regreso al hotel y corto sueño porque a las ¡2:00 AM! venían a recogernos para ir al aeropuerto. Al levantarme me noté cierto malestar abdominal y... no voy a andarme con detalles pero la última vez que entré en el baño, antes de que el bendito Fortasec hiciera efecto, pensé que jamás sería capaz de reunir las fuerzas suficientes para poder salir, que todos los extintores del hotel no calmarían el fuego de mis intestinos... y que jamás en mi vida volvería a comer picante. Ni a mi peor enemigo le deseo pasar por la sensación de que te estás abrasando de ombligo para abajo y de dentro para fuera.\nComo comprenderán no he cumplido mi promesa pero les juro que me he acordado tantas veces de aquella noche.... Solo que ahora me río.\n
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