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  • \nEse mes ya había estado 7 días en Kefalonia, 7 días en París y 10 en Madrid, luego no podría decir que fue porque tuviera síndrome de abstinencia viajera.Tampoco puedo argumentar a mi favor que fuera el chollo del milenio, no era un Santander-Oslo por 10€, como consiguió uno que yo sé.Ni siquiera era la oportunidad de salvar lo que no tenía salvación posible.\nSimplemente era Roma, y eso son palabras mayores, así que cogí un tren Madrid-Santander y un avión Santander-Roma solo para pasar 34 míseras horas...pero pasadas en la Ciudad Eterna. ¿Merecería la pena?\n\nLlegar por la tarde y no encontrar tu económico hotel en las afueras supone perder bastante del poco tiempo del que dispones, pero si mientras lo logras haces el sano ejercicio de caminar durante 2 horas, te topas con un delicioso restaurante de barrio donde reponer fuerzas y compruebas la amabilidad de todo lugareño al que pides ayuda pues igual, se me antoja, tampoco es como para cortarse las venas.Luego, al día siguiente, ya con toda la información sobre formas de transporte posibles entre el hotel y el centro el tiempo disponible para conocer Roma se redujo a ¡12 horas! pero no hay nada como tomarse las cosas como vienen para poder disfrutar hasta de los contratiempos.\n\nA las 11:00 salíamos a la luz en la parada de metro de Coliseo... y nos abofeteó su grandeza en toda la cara. Recorrimos lentamente su perímetro llevando la imaginación a los tiempos del Imperio y descartamos totalmente hacer cola para verlo por dentro. Decidimos, sin hablarlo, que esa iba a ser la forma: el caminar lento, los minutos para el silencio, el disfrute de un magnífico día de primavera. Poco pero intenso.\nDespués el Arco de Constantino y el Foro. En la cuesta que lleva a Sta. María en AraCoeli descansar a la sombra y continuar hasta ese pastel grandilocuente que es el Altar a la Patria pero cuyas alturas nos regalan la visión de los tejados de Roma. Un tanto alejado un globo como el de los Montgolfier decora el cielo turquesa.\nDesde la plaza Venecia callejeamos, apenas hay gente, las estrecheces se agradecen, hay museos, patios... no entramos en ninguno. Quiero ver fachadas, rostros, Vespas, vetustas piedras y Smarts, la cara de Roma. Su alma queda para otro encuentro.\nBocadillo sobre un murete, una argentina vendiendo bisutería y plata y entrar en las fotos de los libros del colegio bajo la cúpula del Patheon. En la Piazza Navona, demasiado repleta de gente, tentar a la suerte haciendo la ola a Fernando Alonso en el primer año que le roba el mundial a Ferrari y buscar perder de vista a tanto extranjero de calcetin y sandalia. Una terraza, un delicioso café, seguir el paseo y llegar hasta el rio. Sentarse en unos escalones, refrescar los pies en el agua que apenas se mueve y tener de telón de fondo, asomando ligeramente velada bajo el arco de un puente cercano, la cúpula de S.Pedro del Vaticano.\n\nDespués un helado para cruzar el puente Garibaldi y caminar la isla Tiberina. Perderse por el Trastévere adrede viendo el cielo encapotarse por momentos, amenazando con una lluvia que acabará por empaparnos hasta los huesos y tras la cena, y a lluvia pasada, volver a cruzar el rio por el puente Palatino y descubrir la Boca de la Verdad en la penumbra de aquel pórtico y repetir la escena de la deliciosa "Only you".Para terminar el día y despedirnos, recorrer en toda su longitud el Circo Máximo a una hora en que la noche y la falta de turistas permiten subirse a una cuádriga y recorrerlo a galope tendido sin el temor de que las malas artes de un contrincante rompan los radios de nuestras ruedas.\n\nQue quieren que les diga, a mí esas 12 horas me supieron a gloria.\n\nPD: la foto, de nuevo, cortesía de Google\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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  • 2007-08-28 08:42:35
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