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 \n\n Sabía que no iba a poder dormir esa noche... ¡mañana saldría en un largo,largo viaje hacia la otra punta del país!. Bueno, ni yo ni mis hermanos porque incluso el más pequeño era un puñado de excitación contagiado por lo que los mayores soltaban hasta por los poros. No era para menos; primero irían en tren hasta Madrid, en uno de esos vagones con camas en los que parece que siempre va a suceder algo especial, y luego harían el Madrid-Sevilla en avión por aquello de evitarle al bebé tantas horas de trayecto por carretera en un mes ya bastante caluroso. Y claro, nosotros disgustados. ¡¡¡¡En avión!!! llevaba días fantaseando con semejante aventura, tratando de imaginar como podía ser eso de que te elevaran del suelo y te acercaran a las nubes.\n\n \n\n Para comenzar la más alucinante experiencia de mis 5 años de vida lo de dormir acunada por el traqueteo de un tren se presentaba como un increíble principio, pensaba aguantar el sueño todo lo humanamente posible solo por disfrutar cada segundo de aquella sensación tan única, lo que nunca supuse es que la razón de mi vigilia llevaría el nombre de mi oronda abuela. Pero la decisión estaba tomada: dormiría en la litera de abajo. De nada sirvieron mis protestas ni mis razonamientos (¿no era mejor sufrir una hipotética caida desde las alturas que una muerte segura bajo aquel tonelaje?), de nada sirvió el más auténtico miedo dibujado en mi cara (¿como iba a poder soportar su peso la liviana estructura de la litera?)... la suerte estaba hechada y así fue como pasé la noche jugando con mis muñecas recortables mientras rezaba por mi supervivencia, y la mañana maravillada por la calidad de los trenes españoles.\n\n \n\n \n\n Pero todo aquello quedó en el olvido al llegar a Barajas, el enorme edificio en medio de una casi nada que apareció con sus grandes letras y sus altísima torre tras el cristal del taxi del que no había despegado la nariz. ¡Por fín, por fín, por fín! los aviones ya estaban a solo un paso así que ¿quien puede acordase en esos momentos de hacerse cargo de los hermanos más pequeños?, ahora que bastó una mirada del abuelo y un azote de mi madre para amarrar las ganas durante unos ¿10 minutos?.\n\n Después de una eternidad esperando en la terminal finalmente nos llevaron ¡hasta la mismísima pista! y nos dejaron esperando detrás de unas vallas amarillas, disfrutando del ir y venir de aviones y trabajadores, oliendo a combustible y atronados por el ruido. Quizás porque me faltaban ojos para mirar todo aquello no presté la suficiente atención a las señales de alarma de mi hermana y, por eso, me pilló tan de sorpresa el que cuando nos llamaron para embarcar iniciara aquel berrinche monumental. Es que no daba crédito a mis ojos, estábamos a un paso de hacer la cosa más increible que se puede hacer en la vida y allí estaba ella, aferrada a los barrotes como si en lugar de a un avión quisieran llevarla al cadalso, llorando a pleno pulmón y rodeada de mayores que intentaban calmarla. Me juré que le llenaría las espinillas de morados y destrozaría su muñeca preferida como nos fastidiase el viaje pero, afortunadamente para ella, se obró el milagro gracias al soborno de aquellas chicas tan guapas vestidas de azul: no iba a tener tiempo de comerse todos Sugus que pensaban darla si subía tranquila.\n\n \n\n \n\n Como segunda en el escalafón tenía derecho a elegir primero así que ocupé mi sitio junto a la ventanilla y desconecté del resto del mundo. De aquellas tres horas ajena a todo lo que no fuera mirar el mundo desde esa nueva perspectiva solo recuerdo una cosa: el asombro, la fascinación y la inmensa alegría ante la maravillosa visión de unas nubes blancas, algodonosas y enormes pasando lentamente bajo mis ojos mientras yo viajaba camino del sur.\n\n Hoy día aún me emociona aquel recuerdo.\n\n
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