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  • ¿Sabes? creo que los recuerdos se guardan en nuestra memoria por paquetes, conforman grupos compactos que se definen por un común denominador. Creo que alrededor de un eje giran imágenes, sonidos, olores, frases y sentimientos que viajan juntos por la mente que los guarda. Luego, claro, podemos abrir cada paquete y rememorar uno por uno los detalles y momentos, o podemos alejar nuestra mirada al pasado y englobarlos en unidades más generales. En mi disco duro mental Shiraz está representada por tres grupos de recuerdos: los "monumentos" de la ciudad, aquella tarde en soledad y los reflejos de la Historia.\n\n\n\n\n\nCierro los ojos, abro el primer paquete, y encuentro una mañana soleada, sin excesivo calor y unas calles vacías con el comercio cerrado porque hoy es viernes, día de descanso. Encuentro una pared de la mezquita de Vakil azulejada con hermosas camelias rosas, el patio de la tranquila Madrasa, o escuela coránica, de Jan con su estanque, sus frondosos árboles, su silencio y el mulá de sonrisa un poco boba que lleva 40 años viviendo y estudiando allí. Cierro los ojos y estoy en la bellísima sala de columnas de la mezquita Nasir-el-Molk donde la intensa luz es tamizada por coloristas cristaleras y se deposita suavemente sobre un suelo alfombrado. Vuelvo a cerrarlos y estoy en el mausoleo del poeta Hafez durante las primeras luces del atardecer y veo las columnas que rodean la tumba cubierta de flores, las muchachas que leen sus versos ajenas a todo cuanto se mueve a su alrededor, al anciano derviche que acude cada día a rendir homenaje al venerado escritor y la belleza del jardín que rodea al lugar. Y sin abrirlos me recuerdo sentada junto al estanque del Sagrado Mausoleo de Ahmad-ebne-Mussal, enfundada de nuevo en el negro chador, porque este es un lugar menos famoso pero tan sagrado como el del Imán Reza de Mashad, y disfrutando de una prohibición a la entrada de no musulmanes más laxa. Mientras contemplamos como destacan las resplandecientes cúpulas contra el negro de una noche sin luna dos chicos intentan entablar conversación salvando nuestro escaso inglés.\n\n\n\n\n\nEl otro bloque de recuerdos de Shiraz es mi paseo vespertino en soledad. Decido encender mi narguile para espolear a la memoria y vuelvo al momento de elegir mi primera pipa de agua, al recorrido por el bazar y al suave regateo. Vuelvo a la compra de la preciosa y pequeña edición de poemas de Hafez que acompaña ahora a mi bello Corán egipcio y a la búsqueda de algún buen libro sobre la obra del pintor Farshchian. Vuelvo al largo rato sentada sobre el césped frente a la ciudadela Arg-e Karim contemplando el ir y venir de la gente mientras cae la tarde sin ser abordada ni saludada por nadie, algo bien extraño en este país, porque creo que de alguna forma mi deseo de estar sola me ha hecho invisible. Regreso al rincón del pequeño y atestado restaurante donde disfruté de una de mis aficiones favoritas: comer y leer desconectada del bullicio reinante. Y retomo la felicidad de tenerte durante hora y media al otro lado de la pantalla del ordenador, tan lejos y tan cerca.\n\n\n\n\n\nAhora, con un golpe de timón, cambio el rumbo de la memoria y abro mi tercer paquete: las huellas de La Historia. Nasqsh-e Rustam con sus impresionantes tumbas esculpidas en la imponente pared para mayor gloria de Darío I, Jerjes, Artajerjes y Darío II, los grandes reyes que llevaron el imperio persa desde Grecia hasta India. Pasargada, con lo que queda de sus palacios y templos en la desnuda altiplanicie pero, sobre todo, con la tumba de Ciro el Grande, el primer rey que soñó y construyo el imperio, y cuya estructura es única en todo Irán. Y Persépolis, la ciudad empezada a construir por Dario I y engrandecida por sus sucesores para impresionar con su esplendor a las delegaciones que una vez al año acudían desde todos los rincones de sus territorios a rendir homenaje a sus reyes.\n\n\n\nAquella mañana, aunque era temprano, hacía calor y contra un cielo absolutamente turquesa se recortaba la inmensa plataforma sobre la que está construida. El lento ascenso por la escalinata que lleva a lo alto me fue poco a poco metiendo en la piel de aquellos que por primera vez subieron portando su sumisión y sus tributos. Y encontrar el nombre de aquel Stanley que localizó al Dr. Livingstone en la profundidad de África grabado en la impresionante Puerta de las Naciones fue todo un guiño a los libros de viajes. Nadie más visitaba las ruinas a esas horas así que me desmarqué del grupo y las hice mías. Conecté el MP3, invoqué tu presencia a mi lado y paseé sin rumbo fijo bajo altísimas columnas que un día sostuvieron techos que rozaban el cielo, junto a muros que en algún lejano momento perfilaron palacios y almacenes, entre extraordinarios bajorrelieves que me mostraban, a través de un sin fin de rasgos humanos diferentes, la amplitud de los territorios dominados, a la sombra de toros alados que sobrecogían con su tamaño y presencia...\n\n\n\n\n\nA los pies de "La Historia", entre las copas del cercano bosquecillo, asoman aún las estructuras de las inmensas carpas que el Sha Reza Pahlevi mandó construir cuando le dio por festejar los 2.500 años de la creación del imperio persa con una vergonzante muestra de despilfarro y dudoso gusto, del que fueron cómplices los más importantes representantes de los gobiernos y realezas de todo el mundo, y con la que pretendió mostrarse como el último Rey de Reyes. Pobre, estúpido y vano intento.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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  • 2008-02-12 13:07:32
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