|
sioc:content
|
-
 \n\nLlego a la habitación, suelto mochila y chaqueta y abandono los zapatos para poder disfrutar de la dura frialdad del suelo. Me acuesto unos minutos intentando que no se me escape la plácida dejadez que invade mis músculos mientras el olor a aceite de argane vuelve a flotar a mi alrededor.\n\nLentamente, casi saboreando cada movimiento, recojo las cuatro cosas necesarias y dejo que mis pies sientan la frecura de cada peldaño que me lleva a la azotea; hemos llegado en el momento justo, veremos la última porción de la gran estrella ponerse tras los tejados y las parabólicas y luego ya solo quedará el baño de luz, cada vez menos dorada, cubriéndolo todo.\n\nMe acomodo en el amplio sofá de recargada tapicería y grandes cojines para ver como terrazas, minaretes y antenas van perdiendo su contenido y pasan a ser solo siluetas recortadas sobre un cielo de un naranja limpio, insultante y bellísimo. El aire empieza a traer retazos del frescor que la noche asegura, las golondrinas aún vuelan incansables, desde alguna otra azotea a mi espalda llegan risas y conversaciones sofocadas por la distancia, y el callejón sirve de caja de resonancia para los juegos de unos niños.\n\nLos minutos pasan lentos... en el cielo ya apenas quedan restos del espectáculo previo y, como para confirmarlo, la Koutubia ha prendido las luces que la engalanan de noche y la convierten en el faro de la ciudad.\n\nQuiero ponerme a escribir el diario de viaje, he de reflejar por escrito los hechos de cada día para que en el futuro tenga hilos de los que tirar y así poder recuperar las imágenes, las sensaciones y los sentimientos; pero el baño turco de la tarde se resiste a abandonar mi piel y mi mente y prefiero tumbarme y dejar que los ojos vaguen por los armoniosos dibujos del techo mientras la mente vuelve al hamman.\n\n\n\n\n\n\n\nLo ví la tarde anterior..."Las mil y una noches", a su servicio desde ¿1845?. Una estrecha puerta, una minúscula recepción envuelta en un aire caliente y denso y algo que deseaba hacer desde que estuve en Estambul esperándome detrás de una cortina. Esta vez no iba a dejar pasar la ocasión así que hoy he traspasado la liviana frontera y me he encontrado desnudándome ante una muchacha que guardó con cuidado mis cosas en un armario apenas visible en aquella primera sala en penumbra de velas y aromas deconocidos. Tras una pesada puerta de oscura madera me esperó la zona "húmeda": primero una corta sauna y luego unas rápidas y enérgicas manos envueltas en áspero guante frotaron todo mi cuerpo para después envolverlo en una fina capa de caliente lodo. De vuelta a la sauna me tumbe en el escalón más alto y dejé que el sudor dibujase caminos en el fango y que ardientes gotas que caían del techo resbalasen por mi cara y mi costado, cerré los oidos y la mente a las risas de cuatro muchachas que disfrutaban de la esencia del hamman: la conversación y la ayuda mutua, y disfruté de cada minuto de cálida soledad.\n\nUna ducha deliciosamente templada y vuelta a la sala en penumbra para descansar junto a un té mientras la suave música me llevaba a un paso del sueño. Me sacó de mi duermevela la masajista para llevarme hacia otro sueño hecho de gruesos cortinajes, luz de velas, aromático aceite y manos expertas entre las que se esfumaron todos los cansancios del día.\n\n\n\n\n\n\n\nAhora debería estar escribiendo pero soy incapaz de sustraerme a los colores del techo, la laxitud de mi cuerpo, los lejanos sonidos de la gran plaza y la brisa de la noche. Solo voy a alrgar mi mano para, a través del roce de una caricia, compartir todo lo que siento.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
|
![[This page as RDF]](http://webenemasuno.linkeddata.es/static/rdf-icon.gif){kind=icon}