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 \n\nUn primer baño rápido se ha llevado, diluyéndolo en el agua aún fría, todo el cansancio y la pesadez de un par de horas de tareas domésticas.\n\nTumbada bajo esta falsa vela, que me deja ver el sol a su través pero me libra de su excesiva presencia, cierro los ojos y me dejo mecer por los sonidos, lejanos, entremezclados y amortiguados, que me llegan desde la ciudad.\n\nUn teléfono que suena insistente y cuyo grito el destinatario no escucha; los perros que se hacen mutuo eco hasta que el juego les aburre; el avión que despegó hace un momento y ahora oigo alejarse buscando su ruta definitiva; la sirena de policia tan distante que llega en sordina, los pájaros recién traidos al barrio, incansables y aprisionados músicos de nuestras horas; la omnipresente moto que rompe la quietud cargada con kilos de hormonas.\n\nHace calor incluso bajo el improvisado toldo, es el momento de sumergirse en la pequeña alberca que cada verano se instala en esta azotea, el momento de sentir la piel estremecerse ante el contacto del agua, sumergir la cabeza para aislarse un poco más, soltar décima a décima el calor acumulado y relajar tanto el cuerpo, ahora liviano, que sea dificil no dejarse llevar por un ligero sueño...\n\n¡Qué sencillos trajes viste la felicidad!\n\nEn los instantes perfectos no existe el verpertino turno de trabajo ni el excesivamente tempranero despertar, no hay almuerzos que servir a hambrientos comensales ni montañas de ropa por planchar.\n\nSolo existe el aquí y el ahora... y el placer de tener un rato para escribir.\n\n \n\n
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