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  • \n\nHace años me contaban cuanta gente criticaba al artista Cesar Manrique, allí en su Lanzarote natal, por haberse empeñado, y milagrosamente conseguido, que se impusieran en la isla unas normas que impidiesen la degradación del entorno y el legado arquitectónico, respetando los modelos tradicionales a la hora de construir o rehabilitar y obligando a pintar las fachadas de blanco y puertas y ventanas de verde o azul; una "dictadura" que ha hecho de aquella parte de Canarias la que mejor ha sabido preservar su identidad y belleza frente a las barrabasadas de sus vecinas.\n\nAlgo parecido habían hecho con Marrakech. Toda ella está pintada en un surtido variado de tonos del rosa palo, lo que logra una coherencia estética tal que en ningún momento se echan a faltar otros colores. Las murallas se continúan con los barrios pobres, con edificios de nuevo cuño, con antiguos palacios o con viviendas de clase media sin que se produzcan hirientes contrastes, lo vulgar se diluye y lo bellísimo se hace humilde haciendo de la deliciosa monocromía seña de identidad.\n\n\n\n\n\nEl mismo criterio se aplica en Ouarzazate solo que aquí se agradece aún más porque la ciudad, tal y como la vemos, es de factura bastante reciente y sus edificios no destacan ni por su belleza ni por su originalidad. En este caso el color elegido es el amarillo del desierto porque geograficamente estamos a un paso del Sahara. Un retraso en la salida de la excursión de tres días por la Ruta de las Kashbas que habíamos contratado nos retuvo en la ciudad durante 48 horas y, sin pretenderlo, nos permitió profundizar en un destino, a priori, bastante anodino.\n\n\n\nAsí pudimos ir a visitar los estudios de cine Atlas y comprobamos de primera mano como muchas de las historias que nos atrapan se sustentan en bases de madera, escayola y pintura. Pero para la ciudad esta industria es todo un balón de oxígeno económico que el estado apoya pues, no en vano, la afición del rey al celuloide es notoria. Así fue como paseamos por el dormitorio de Cleopatra y por el palacio de Herodes, como recorrimos una biblioteca tibetana y contemplamos Jerusalem en la lejanía, o como nuestros pies pisaron la misma villa romana que Angelina Jolie en "Alejandro Magno" y atravesaron la avenida de las esfinges de Luxor. Es la magia del cine... \n\n\n\nTambién, tras un primer intento frustrado, pudimos visitar Ait Ben Hadou, una kashba que se alza sobre la ladera este de una colina rocosa que domina un valle de fertilidad garantizada por el río que lo atraviesa. Estas ruinas habitadas, el lugar en el que se asientan y el paisaje que las rodea forman un conjunto bellísimo. Sus torres se alzan escalonadas hacia la cumbre, sus salas conforman múltiples azoteas, la sencilla decoración geométrica de las fachadas recorren los perfiles, luces y sombras esconden o muestran la vida que aún pervive entre los muros y el paseo hasta la cima obliga a hacer tantas paradas para recrearse en lo que se ve que se hace liviano. Desde lo alto, azotados por un intenso viento, nos deleitamos con la luz de atardecer que se extiende sobre los cultivos, las yermas colinas que rodean el valle y la somera cinta de plata que serpentea entre carrizos y piedras.\n\n\n\n\n\nEl plato fuerte de Ouarzazate es la kashba de Taourirt, esta sí bastante restaurada . Tuvimos la suerte de recorrerla a placer en casi completa soledad y así, con la emoción de descubrir por nuestra cuenta sus secretos, atravesamos salas delicadamente decoradas con ventanas enrejadas que miraban la llanura y pasadizos en penumbra que comunicaban mil y habitaciones, bajamos a sombríos sótanos y nos asomamos a patios minúsculos que llevaban blancos y negros a recónditos espacios, volvimos sobre nuestros perdidos pasos en más de una ocasión y acabamos de rebote en la zona donde múltiples artistas locales trabajan y exponen su obra. Quisimos llevarnos una pequeña muestra de arte autóctono, elegimos un original cuadro... y la autora resultó ser una chica francesa asentada en la ciudad.\n\n\n\n\n\nEl resto del tiempo se nos fue en paseos por las animadas pero no agobiantes calles, en deliciosos cafés au lait, en cenas de couscous o pasta en la gran plaza donde, con las últimas horas de la tarde, niños y niñas competían por un balón, grupos de madres disfrutaban de la fresca en animada charla y los hombres arreglaban el mundo alrededor de innumerables tés... y en declinar los persistentes ofrecimientos de hachis.\n\nLo bueno de viajar con la mochila al hombro es esto: dejar que el camino se vaya haciendo y disfrutar de lo que nos depare. Igual se ve menos pero seguro que se conoce más. \n\n
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  • 2008-08-21 11:28:51
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  • Dos mochilas por Marruecos -7-
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