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  • Me encuentro en Phnom Penh, en la calle 155, entre la 432 y la 440, aparentemente seria una dirección normal y corriente, pero para la mayoría de camboyanos es más que todo esto. Justo delante mío, tengo la puerta de acceso a la prisión Tuol Sleng, conocida como S-21, ahora convertida en museo del horror, donde el régimen de los khmeres rojos, bajo el mandato de Pol Pot, llevaron a cabo uno de los exterminios más brutales acaecidos en el sudeste asiático. Poco antes de entrar recuerdo la descripción que el escritor Robert D. Kaplan hizo de este sitio en su libro “Viaje a los confines de la Tierra. \n\n-“…en una galería de pinturas en la que se mostraran los horrores del siglo XX, Camboya sería la imagen perfecta. Con sus grandes palmeras datileras, sus verdes arrozales y sus oscuras nubes monzónicas, azotada por las violentas fuerzas de la ideología comunista y la guerra de clases, por el colonialismo y el anticolonialismo, más los utópicos ideales de la izquierda intelectual francesa, extremados fuera de toda proporción por la peculiar tendencia asiática al positivismo y a la fría abstracción. Entre 1975 y 1979 el resultado de esa constelación de fuerzas fue uno de los mayores holocaustos de la historia. Bajo el régimen comunista de la “Kampuchea Democrática”, entre un millón y millón y medio de seres humanos, de una población de 8 millones, fueron fusilados, muertos a palos, dejados morir de hambre, obligados a trabajar hasta la muerte, o fallecieron víctimas de enfermedades, en el más intenso y espantoso intento de transformación social que la historia jamás registró ...” –\n\nNo es la primera vez que me encuentro en una situación como esta, a punto de entrar en un campo de exterminio humano. Desgraciadamente en Europa podemos encontrar unos cuantos de estos, personalmente he podido y querido visitar tres, Dachau, Mathaussen y Auschwitz. Cualquiera puede decir que es una manera de hacer turismo un poco macabra y que seguramente no hace falta hacerlo, pero yo lo veo como una parte de la historia mundial, y creo que mucha más gente tendría que hacerlo, y respeto y entiendo perfectamente quien no quiera ni crea que lo tenga que hacer, de la misma manera que espero que se me entienda a mi.\n\nCruzo la puerta de la entrada y lo que primero veo es un jardín bastante verde y bien cuidado, con sus palmeras y rodeado de edificios blancos, ahora ya un poco deteriorados por el paso del tiempo, nadie hubiera dicho que ahí dentro se llegarán a torturar a tanta gente. Antiguamente este edificio era una escuela de secundaria, con el nombre de Tuol Svay Prey, y que vio como sus aulas eran convertidas en salas de interrogatorios. Aún se pueden ver los palos de gimnasia donde los Khmeres Rojos colgaban a la gente cabeza abajo. Normalmente al principio de la visita se visualizar un documental donde se explica un poco de historia y se pueden ver algunas imágenes bastante crudas de lo que pasaba entre aquellas paredes y en el propio país. Decido dejarlo para el final, más que nada es que en estos momentos lo están pasando en alemán, claro que bien mirado, es igual en que idioma lo den, ya que el contenido es igual de impactante.\n\nEmpiezo el recorrido de izquierda a derecha, voy entrando en un sinfín de habitaciones donde se torturaba a la gente de la manera más humillante posible. Decido subir al piso de arriba, antes me encuentro con un cartel de las normas a seguir por los presos en aquel recinto, entre todas la que me llama más la atención es la número 6, “esta prohibido gritar cuando se te estén dando latigazos o se te suministren descargas eléctricas”. Una vez superado el tramo de la escalera vas a parar a un pasadizo exterior con una barandilla de piedra y protegido en su parte superior con una alambrada que llega hasta el techo, que no es para prevención de posibles fugas, sino para evitar que la gente se suicide, ya que a su entender era la forma más rápida de morir y seguramente la mejor. Entro en una habitación donde lo único que se ve, son multitud de fotos de la mayoría de la gente que perdieron la vida en este lugar. Después vienen más salas donde se construyeron celdas, aproximadamente de unos ochenta centímetros por un metro, separadas con tochos y una puerta firme donde en lo mejores casos uno podía llegar a tener un poco de luz exterior, realmente este es uno de los lugares más impactantes de la visita.\n\nDespués de ver el documental decido salir de la prisión. Cojo un tuc-tuc y me dirijo hacia Choeung Ek, más conocido como Killing Fields gracias a la película “Los gritos del silencio”, los llamados “Campos de la Muerte, lugar donde llevaban a los presos cuando lo iban a matar, se encuentran situados a unos 14 kilómetros de la capital. Seguramente muchos de ellos, deseaban que llegase este momento, pero una vez allí, seguro que no se imaginaban el horror que les esperaba, ya que sus exterminadores lo realizaban de la manera más brutal que uno se pueda imaginar. Después de divertirse con ellos, hacían que ellos mismos se cavasen su propia fosa. La imagen más horrible de este sitio, aparte de un templo con unas grandes vidrieras donde se encuentran guardadas y expuestas miles de calaveras, unas ocho mil, clasificadas por edades, es seguramente la de un árbol donde todavía se puede ver la marca de la sangre dejada por los niños que eran golpeados contra el.\n\nVisto esto, ahora si que ya tengo bastante, me vuelvo hacia Phnom Penh, seguramente necesito ver un poco de población viva, aún a riesgo de ser tan caótica como lo es esta ciudad. Así que decido recrearme un poco y me voy a dar una vuelta por el Mercado Ruso. Un lugar donde puedes encontrar prácticamente de todo. Al final salgo y me dirijo hacía el centro, esto si, con un curioso mapa de los templos de Angkor en la mochila.\n\n\n\n\n\n\n\n

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