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  • De camino al desierto del Thar, en el Rajastán, me encontré a tres sevillanas muy simpáticas que viajaban durante tres meses por la India. Les pregunté porqué descartaban de su periplo por este país esta zona del desierto, donde habían paisajes y ciudades preciosas como Jaisalmer. Me dijeron que ya habían visitado el desierto en Marruecos y que todo es igual. Craso error, pensé yo al llegar y ver Jaisalmer. Error, pues ni todos los desiertos son iguales, ni sus gentes ni sus pueblos.\n\nY el Desierto del Thar guarda gratas sorpresas para el viajero que llega cansado y acalorado. Antes de llegar, el fuerte de Jaisalmer se alza como un espejismo en la inmensa llanura del desierto. Como una inmensa isla en un océano de arena dorada.\n\nPero cuando uno se acerca, descubre que el espejismo no era tal y que ante sus ojos, se abre un maravilloso laberinto de calles estrechas llenas de vida, de preciosos "havelis" o casas antiguas con un patio central decoradas artítisticamente. Uno parece entrar en un cuento de hadas. Perderse en esas callejuelas es uno de los grandes placeres de este viaje que guardaré con mucho cariño. En ellos encontré sombra, brisa, descanso, cada esquina guardaba una sorpresa, en una unos templos jainistas, con bellas columnas de mármol trabajadas hasta el último centímetro, en otra, saris tendidos en una fachada daban color al inicio de una calle, y de repente una vaca se cruzaba en tu camino, nos miramos y cada uno seguía a lo suyo. En otra esquina alguien te invitaba a entrar en su haveli y te mostraba los tesoros que guardaba.\n\nSi alguien llega a Jaisalmer debe perderse en este oasis lleno de encando.\n\nPero una vez allí, tampoco debería dejarse perder la oportunidad de llegar a pueblos más pequeños, hacia el interior del desierto, como Khuri. Un pequeño pueblo rodeado de grandes dunas doradas donde las fachadas, de barrlo, las pintan con preciosos dibujos de colores obtenidos de piedras del desierto. Y presenciar las tareas cotidianas de sus habitantes: las mujeres y niñas yendo a buscar agua, con sus recipientes metálicos y otros de barro en sus cabezas.\n\nEn una casa, me asomé en la entrada, pues no tienen puertas, y un alfarero hacía jarros para ir a buscar agua. Su mujer los pintaba una vez habían sido cocidos en un fuego a tierra mientras sus once hijos correteaban por el patio. \n\nPor mi pasado ceramista le pedí si me dejaba probar en el torno y me cedió su sitio. Hacía más de 20 años que no tocaba el barro, pero fue un placer, en medio del Desierto del Thar, en casa de un alfarero, sentir el barro en mis manos y hacerlo subir con la mirada perpleja de toda la familia. El no sabía inglés y yo no sabía indi, pero con las miradas nos dijimos muchas cosas.\n\nAl irme solo le pude decir "namaste" (gracias en indi). Son estos momentos inesperados los que valen todo un viaje y los que te empujan a que cada momento que tengas oportunidad hacer la maleta y ver mundo.\n\nEn la próxima historia de la India os llevaré hasta el Taj Mahal.\n\n
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  • 2008-03-25 21:37:08
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  • INDIA 2ª PARTE: ESPEJISMOS EN EL DESIERTO
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