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  • Lo veo a veces caminar por Ciutat, pequeño y delgado, a paso vivo, mirando lo que hay a su alrededor a través de sus gafas, como si todavía estuviera imaginando formas nuevas para sus esculturas. \n\n

    Tiene más de noventa años, pero no parece una persona dispuesta a decir adiós a nada. Cuando lo vemos andar por la ciudad nos damos cuenta de que es un hombre que ha vivido, y que sabe que sigue viviendo porque en su interior hay energía suficiente para hacerlo. Es como el hondero entusiasta del Parc de la Mar.\n\n

    La manera de andar revela lo que somos, y todo lo que llevamos dentro, y en cada paso dejamos una huella que deja memoria de lo que hacemos y de lo que hemos hecho. El escultor Jaume Mir no se pasea. Al contrario, camina, y lo hace como un trabajador que siempre ha caminado, sin detenerse nunca. No tiene nada que ver con los viejos jubilados que parecen perdidos, sin saber adónde ir. Él todavía quiere encontrar algo, porque sólo en el camino el mundo se nos ofrece como un regalo para la mirada y para el pensamiento, que se deriva de ella, y que fecunda la posibilidad de encontrarnos con lo mejor de la vida.\n\n

    Era profesor de dibujo cuando yo estudiaba el bachillerato. Caminaba por los pasillos del instituto de la misma manera que ahora, con la mirada de celebración de quien sabe que todo lo que tenemos delante de nosotros merece la pena. No fue mi profesor, pero su hijo y yo éramos compañeros de curso, y nos sentábamos en el aula en pupitres adyacentes. Estuve en su casa alguna vez, en el mismo edificio en el que vivía nuestra profesora de literatura, que era una admiradora de su obra, y que un día nos dijo, durante una clase sobre Valle Inclán, que los ángeles de La Porcíncula eran una maravilla, y que al sostener el pesado altar nos acercaban mucho más a la esencia de lo espiritual que a lo religioso.\n\n

    Yo desde entonces relaciono a Valle Inclán con Jaume Mir. No hace mucho, en mi último viaje a Madrid, me fijé en la escultura de Valle Inclán en el Paseo de Recoletos, y vi muchas semejanzas entre la manera de caminar del escritor, que aunque sea una escultura parece que anda de verdad, y la manera en que lo hace el escultor Jaume Mir, a sus noventa y tres años. Los dos parece que meditan, como si sus piernas movieran el cuerpo con agilidad, mientras que la mente trabaja sin descanso. El cuerpo y el alma cada uno por su cuenta, haciendo su trabajo, en movimiento, pero constituyendo una unidad.\n\n

    Yo también camino por Ciutat, o ésta es mi intención. Un paseo se agota en su mismo origen, y en cambio en el camino hay siempre el germen de un viaje, aunque no nos alejemos demasiado de casa. Esto es lo que me enseña este viejo hondero que es el escultor Jaume Mir.\n\n

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  • El escultor Jaume Mir
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