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  • En Nueva York nos hicimos una foto junto a la estatua del alcalde Laguardia. A Anna y a mí nos gustó mucho, y empezamos a hablar de ella como si la escultura nos comunicara tantos datos como un libro sobre la biografía del personaje.\n\n

    El alcalde está de pie, caminando y hablando a la vez, con una energía desbordante. No son sólo las piernas las que se mueven, ni son ellas las que mueven el cuerpo, sino que todo el cuerpo se proyecta hacia delante, avanzando de una manera radical, dispuesto a avanzar cueste lo que cueste. Parece que si no tuviera piernas también avanzaría, y que su discurso se dirige a todos los ciudadanos, sin excepción, invocando su colaboración para alguna empresa importante.\n\n

    Una escultura, quizás por estar situada en el espacio, es capaz de proporcionarnos la sensación de movimiento mucho mejor que un cuadro o una fotografía. En los ojos de un retrato podemos vislumbrar el alma de alguien, pero el ir hacia algo se expresa mejor en tres dimensiones. Y mucho mejor si el cuerpo está esculpido a escala 1:1.\n\n

    Nunca había oído hablar del alcalde Laguardia, así que delante de la estatua me imaginé en unos segundos cómo debía ser aquel hombre que al avanzar parecía no tener dudas de ningún tipo. El escultor había conseguido comunicarle a la piedra el alma de aquel hombre enérgico, acerca del cual yo empezaba a tejer unos detalles esenciales de su vida, sin saber nada de él. Pocas veces me ha ocurrido algo semejante con tan pocos datos acerca de alguien. Y muy pocas veces me había sugerido tanto y en tan poco tiempo una escultura. \n\n

    En la foto se vé cómo Anna y yo intentamos adoptar la misma postura que él, avanzando con decisión, pero con un poco de humor y de guasa, no con la fuerza arrolladora del alcalde, que es inimitable, como si quisiéramos emularlo sólo desde el simbolismo del reconocimiento y la admiración. La foto nos gusta mucho a los dos, y nos reímos al contemplarla, porque nos imaginamos lo maravilloso que hubiera sido disfrutar de un alcalde como Laguardia en nuestra pobre Ciutat, que desde Emili Darder, hace más de setenta años, ha padecido una ristra lamentable de alcaldes ineptos y pusilánimes.\n\n

    Me viene a la memoria el alcalde Laguardia porque ayer oí su voz por la radio, en una grabación de comienzos de los años cuarenta. Me ha parecido una voz que se aviene a la perfección con lo que sugiere su escultura. Era una voz potente, de alguien de decisión firme y voluntad de hierro. Desde luego, Nueva York también da esta impresión de fortaleza. Posiblemente cualquiera que pretenda ser alcalde de Nueva York ha de reunir las cualidades que de forma tan clara podemos apreciar en la estatua de Laguardia: movimiento constante, fortaleza y voluntad. Y quizás un puntito de ingenuidad y de optimismo. \n\n

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  • 2008-10-24 06:03:19
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  • Un alcalde de Nueva York
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