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  • Compro pescado en el Mercat de Santa Catalina. La pescadera me llama siempre por mi nombre, y me ofrece especialmente lo que ya sabe que me gusta. Hoy tengo tus boquerones, Miguel Angel. Me lo dice y lo remarca con el tono de voz apropiado para las grandes ocasiones. Siempre me ha parecido una mujer hermosa, y la edad no importa, desde luego, si hay una expresión fuerte que se agarra a la vida y a lo más simple: unos boquerones, una pequeña verdad, una manera de hablar que nos hace sentir bien con nuestro entorno. La edad no es tan importante, si lo que lleva incorporado se puede reconocer bajo la luz de lo más necesario, que es el afán de tener algo que ofrecer a los demás, aunque sea a cambio de dinero.\n\n

    Me gusta levantarme temprano y acercarme al Mercat, porque entonces todo acaba de empezar, y parece tener una pureza de colores que quizás pierde durante el día. No estoy muy seguro, pero en la mañana temprano hay más colores que en las horas restantes del día. No es que no los haya después, es que todo se va desvaneciendo poco a poco, quizás a consecuencia de la languidez de la mirada, que se cansa y se va apagando, y ya no lo puede mirar todo con la misma inteligencia que al amanecer. Pero no estoy seguro, y hago de mi querencia por la primera luz del día una leve teoría absurda, sin más fundamento que mi manera de ser, más cerca de los amaneceres que de las noches.\n\n

    Después de comprarle a Antonia los boquerones y la raya, avanzo sólo unos pasos y le pregunto a Biel si tiene un rape pequeño, pero no lo tiene, aunque sí otros pescados magníficos. Las escamas brillantes, el aspecto aseado, la densidad de la parada de Biel, son un termómetro para conocer lo bueno de la vida sin excesos ni adornos: lo que tiene es bueno y algo caro, dicen otros, quizás, pero nunca es caro si cuesta un poco más y luego resulta que es mucho mejor. El pescado es caro pero hay muchas otras cosas que todos compramos que lo son mucho más, y que son completamente innecesarias. La comida es lo que comemos y lo que nos constituye: lo que se come se cría, decía un compañero mío de estudios, y debe de ser cierto, por lo menos en parte, y demostrable si uno va mirando a lo largo del tiempo. \n\n

    No cabe ninguna duda de que la mente se construye a partir de acelgas, de judías verdes, de boquerones, de naranjas, de merluza, de confitura de albaricoque, de agua, de vino tinto, y quizás –no estoy tan seguro- de cerveza. ¿Qué menos, por lo tanto, que comprar –y comer, claro- buenas acelgas, buenas judías verdes, buenas alcachofas, buenos boquerones, buena merluza, y beber agua de la buena, y buen vino tinto, y quizás –no estoy tan seguro- algo de buena cerveza? \n\n

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  • 2008-11-17 09:16:40
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  • La materia del pensamiento
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