Celebramos en un restaurante los 80 años de Armando. No aparenta la edad que tiene, y más de uno le atribuye veinte años menos. Se parece a su paisano Bebo Valdés, y también es músico.\n\n
Sus solos de trompeta aún enternecen a cualquiera, y asistir a un concierto de su banda es un pequeño reto a nuestra capacidad de sorpresa, una posibilidad de comprobar que se pueden mantener con éxito diligentes aventuras que se pueden ganar si uno sabe poner en juego la alegría de la voluntad.\n\n
La música no entiende de edades, pero sí de buena salud, y es un mano a mano a con el tiempo, porque para soplar hay que tener los pulmones en buen estado, y estar dispuesto a cansarse de verdad. Un trompetista de 80 años ha de estar preparado físicamente como un joven futbolista de veintitantos. Por algo hoy, al mediodía, al cruzarse con un amigo suyo, éste se ha dirigido a Armando con un entusiasta Mi capitán Armando.\n\n
Anna, que lo conoce desde mucho antes que yo, dice que no recuerda haberlo visto nunca de mal humor, y que su carácter es su música, aunque con frecuencia nos dejemos llevar por la melancolía otoñal del sonido de la trompeta, tan denso como el de un saxo.\n\n
Yo me lo imagino siempre dispuesto a interpretar un solo de trompeta frente al mar, sobre las rocas, con un auditorio de pájaros y olas, o en el centro de una plaza muy grande a donde iríamos llegando Los Amantes de la Lentitud para escucharle hasta el amanecer.\n\n
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