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  • Y hoy he de volver a Claudio Rodríguez y leer Noviembre, cuando acaba de amanecer y todos estamos en vilo, como si esperásemos el comienzo de algo, lo que se anuncia al mirar por la ventana y ver el exterior como un presagio.\n\n

    Llega otra vez noviembre, que es el mes que más quiero\n\n

    porque sé su secreto, porque me da más vida.\n\n

    La calidad de su aire, que es canción,\n\n

    casi revelación,\n\n

    y sus mañanas tan remediadoras,\n\n

    su ternura codiciosa,\n\n

    su entrañable soledad.\n\n

    A veces los adjetivos parecen contradecir al sustantivo, pero si lo pensamos como si la palabra acabara de ser imaginada por primera vez, nos daremos cuenta de que la ternura codiciosa tiene un sentido, y que el choque no es tal choque sino un encuentro, como el encuentro de una entrañable soledad.\n\n

    Y encontrar una calle en una boca,\n\n

    una casa en un cuerpo mientras, tan caducas,\n\n

    con esa melodía de la ambición perdida,\n\n

    caen las castañas y las telarañas.\n\n

    ¿Y quién no está ya en los años de la ambición perdida, pero no como derrota por lo que hemos dejado atrás, que no tiene tanta importancia como creíamos? ¿No será esto como la melodía personal con la que salimos al encuentro de una calle o de un cuerpo?\n\n

    Los puestos callejeros de castañas asadas, que nos dan calor sin más placer, puro y simple calor de acogida, con su ternura codiciosa, el calor de la calle que nos espera con sus castañas de afecto. Pero las telarañas no están ahí, sino en el campo, y ésas sí son las que nos recuerdan la entrañable soledad. Yo las recuerdo vivísimas, en el Camino de Santiago, al amanecer, a contraluz, por los caminos. \n\n

    Estas castañas, de ocre amarillento, \n\n

    seguras, entreabiertas, dándome libertad\n\n

    junto al temblor en sombra de su cáscara.\n\n

    Y nos quedamos sobrecogidos porque una castaña, sí, una sola castaña, nos da libertad. Y las telarañas nos dan cobijo también, a su manera, \n\n

    con su geometría \n\n

    tan cautelosa y pegajosa, y\n\n

    también con su silencio,\n\n

    con su palpitación oscura\n\n

    como la del coral, o la más tierna\n\n

    de la esponja, o la de la piña\n\n

    abierta, o la del corazón cuando late sin tiranía, cuando\n\n

    resucita y se limpia.\n\n

    Tras tanto tiempo sin amor, esta mañana\n\n

    qué salvadora. Qué \n\n

    luz tan íntima. Me entra y me da música\n\n

    sin pausas\n\n

    en el momento mismo en que te amo,\n\n

    en que me entrego a ti con alegría, \n\n

    trémulamente e impacientemente,\n\n

    sin mirar a esa puerta donde llama el adiós.\n\n

    Y esta puerta puede ser muy triste, a veces, pero este adiós es un suave hasta luego, aunque es cierto que a lo lejos, quizás no tanto, esté el invierno, con sus ventiscas y su incertidumbre. \n\n

    Llegó otra vez noviembre. Lejos quedan los días\n\n

    de los pequeños sueños, de los besos marchitos.\n\n

    Tú eres el mes que quiero. Que no me deje a oscuras\n\n

    tu codiciosa luz olvidadiza y cárdena\n\n

    mientras llega el invierno.\n\n

    \n\n

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    \n\n

    \n\n

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  • 2008-11-07 07:37:51
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  • La ternura de noviembre
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