LACOMUNIDAD.ELPAIS.COM_LOS-LIMITES-DE-LA-TIERRA_2008_12_3_MIRAR-CIELO-CUANDO-AMANECE

Miro por la ventana, hacia el sur. En el horizonte hay unas nubes quietas sobre una franja luminosa que se amortigua hacia poniente, pasando a una claridad anaranjada, o de un rosa desvaído. El resto de la bóveda del cielo es uniforme, de un color plomizo, que da la impresión de ser una amenaza, pero que por poco que piense me doy cuenta de que no lo es. \n\n

La sensación de vivir en un mundo muy pequeño llega cuando uno ya es algo mayor. Y mirar el cielo es una manía que con el paso del tiempo se convierte en una necesidad. ¿Por qué miramos el cielo? Quizás por el mismo motivo por el que un día decidimos ir a ver cómo amanece desde un cierto lugar, o cómo se pone el sol. Es bello, si las condiciones del día son las adecuadas. Y no hay nada, más allá, que atisbe como una explicación. Me quedo con la belleza regalada de los colores del amanecer, y no me preocupo por nada durante unos minutos, porque al final de todo quizás no haya hay más que silencio.\n\n

Vuelvo a mirar por la ventana y ahora ya ha cambiado la iluminación. La franja rosa de poniente ha desaparecido. La luminosidad del sur es la misma, o casi, o no sé apreciar los matices del cambio, pero los edificios de los alrededores tienen muy iluminada la fachada que da a levante, y es un color tibio, aunque al mirarlo unos segundos no sabes si te comunica tibieza o frialdad. \n\n

¿Qué tendrá que ver la calidez con los colores? La temperatura del color, los matices de la sensibilidad, los avatares de la experiencia de lo que vemos: el espectro de la vida de cada cual, la variación de la longitud de onda de cada una de nuestras emociones.\n\n

Alguien verá otras cosas, y serán tan ciertas como las que yo veo. Y querrá sacar conclusiones, como yo, sabiendo que es imposible. Lo único cierto es que a partir de cierto momento de la vida empezamos a mirar el cielo. Y vemos colores y matices y sentimos que nuestro corazón golpea el pecho, y que empezamos de nuevo, y que no hay ningún motivo para dudar en exceso acerca de lo que vemos, más allá de nuestras dudas habituales, por supuesto, con las que convivimos como compañeras de viaje. \n\n