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  • Estamos repasando títulos de películas con la intención de alquilar una. Hay tantas que no podemos decidirnos. De repente, como si hubiera salido directamente de la memoria, como una aparición que parece exigir una atención especial, surge ‘El árbol de los zuecos’. Es de 1978, y debió ser entonces cuando la vi en el Alphaville, en Madrid, que fue mi escuela de cine. Verla de nuevo me parece una experiencia necesaria. \n\n

    Es un homenaje a la sencillez, y deberían verla los niños, tan acostumbrados a no tener que luchar para conseguir lo que desean, a exigir a los padres que se lo compren todo a cambio de casi nada. No me resulta difícil imaginar a mis abuelos paternos, que debieron llevar una vida muy parecida a la de los protagonistas de la película. No se trata de nostalgia de un pasado que fue durísimo para los que lo vivieron, sino de proyectar con la mirada hacia ahora mismo los detalles más transparentes de la lucha por la vida a finales del siglo XIX y principios del XX. El esfuerzo de un niño, que ha de recorrer seis kilómetros para ir desde su casa a la escuela del pueblo, es un golpe a la conciencia plácida de nuestro arsenal de exigencias, tantas veces sin sentido. \n\n

    El árbol que el padre tiene que cortar para hacerle unos zuecos a su hijo, a escondidas, es la causa de la tragedia con que acaba la película. Estamos tan acostumbrados a no tener que luchar por casi nada de lo que consumimos, que nos parece extraño echar una mirada hacia atrás y mirar compasivamente cómo se vivía hasta no hace tantos años, como si en el camino del tiempo no estuviera a la vuelta de la esquina aquella dureza de la vida que padecían nuestros abuelos. Y a pesar de todo había un resquicio para reír y para contarse historias, y para pequeños placeres que quizás más de uno en nuestros días no es capaz de disfrutar, aunque nos rodee la abundancia.\n\n

    En Holanda compramos unos zuecos. Están en la librería. Son muy bellos, de color amarillo. Me acompañan desde hace años y me reconforta mirarlos, de vez en cuando. Pero ahora, después de ver de nuevo ‘El árbol de los zuecos’, me da la sensación de que han cobrado una vida especial, porque he recordado que a causa de un árbol cortado para hacer unos humildes zuecos, toda una familia sufrió la inmensa tortura de una injusticia vergonzosa: ser expulsados de su tierra. Un amo despiadado, un hombre sin conciencia moral, y por lo tanto sin corazón, cometió aquella tropelía porque otro hombre, un hombre noble y honesto, había hecho unos zuecos para que su hijo pudiera llegar con dignidad a la escuela. \n\n

    Es bueno que no olvidemos nunca lo esencial.\n\n

    Tantos años después estoy seguro de que al lado del río habrá crecido de nuevo el árbol de los zuecos.\n\n

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  • 2008-12-08 15:03:52
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  • Crece de nuevo el árbol de los zuecos
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