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Mi amigo J. se sienta por la noche en la terraza y se queda unos minutos mirando lo que tiene a su alrededor.\n\nDurante toda la tarde ha estado trabajando en su huerto y se ha cansado mucho. Hay un gozo interior en su cansancio físico.\n\nAyer cené con él y pude comprobar que las matas de plantas aromáticas han crecido mucho desde la última vez que lo visité. Sabe cómo trabajar la tierra, y se dedica a los pequeños detalles como si en cada uno de ellos buscara una satisfacción que va mucho más allá de la recogida de los frutos.\n\nTiene buenos tomates, buenos pimientos, y el ciruelo ha dado este verano muchas ciruelas exquisitas, de un color rojo muy vivo. El limonero, tan sencillo, tan humilde, luce sus limones en la oscuridad de la noche, y desde la terraza se pueden distinguir con absoluta nitidez.\n\nMi amigo J. se sienta por la noche en la terraza y deja que su mirada recorra el cielo, de este a oeste, y después desciende lentamente y se siente arropado por los árboles y las plantas de su huerto, que en realidad es un jardín. Lo útil se convierte en bello.\n\nMe gusta hablar con él, porque cada palabra suya me ayuda a entender el significado de algunos detalles elementales de la vida. Por ejemplo, me ha enseñado a no preocuparme excesivamente del tiempo. Él es capaz de dedicar todas las horas que hagan falta para transportar con la carretilla las piedras que necesita para construir un parterre. Coloca cada piedra intentando que cada una de ellas ocupe el sitio preciso que le corresponde, teniendo en cuenta su forma y su tamaño. Desoués, el parterre se convertirá en un plantel de perejil verde y fragante, no lejos de la menta y del romero.\n\nTambién me gusta mucho quedarme en silencio a su lado, y mirar las estrellas.\n\n
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