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  • La pescadera que me atiende me habla de las dificultades de los mercados tradicionales. Fíjate,me dice, aquí hay varios puestos que se venden y nadie los compra;otros se alquilan, con el mismo resultado; cuando uno de nosotros se jubila, su lugar se queda vacío. En el Mercado del Olivar esto no había ocurrido nunca. \n\n Mientras, yo contemplo, como un regalo, el rojo densísimo de las gambas de Sóller, el cabracho lustroso, los peces de roca que compraré para la sopa, y que saltarán en la bolsa de regreso a casa.\n\n Las cadenas de supermercados venden pescado a precios muy bajos, en comparación con los precios de las lonjas locales. Es una competencia que roza, moralmente, lo ilegal, y desde luego no contribuye a atenuar la pobreza de algunos países africanos o centroeuropeos.\n\n El pez grande se come al chico. Nunca un refrán -muchos de ellos, tan mentirosos y simplistas- había acertado tanto en su mensaje maniqueo.\n\n Intento combatir el discurso desesperanzado de la pescadera con algunas expresiones absurdas, pero en seguida me apercibo de su inutilidad. La esperanza ya no es un deber cuando se tienen los datos de una realidad desagradable.\n\n No sé si ocurre lo mismo en el mercado de frutas y verduras. Somos muchos los que nos sentimos más vivos y libres cuando nos damos un paseo por los pasillos alegres del mercado,y vamos comparando no el precio de lo que se ofrece, sino los colores.\n\n Yo sólo comparo los colores. La belleza de los tomates reside en las diferencias entre cada uno de ellos. No puede haber dos tomates iguales, ni dos lechugas, ni dos personas, a pesar de los esfuerzos de las cadenas de televisión por uniformizar las apariencias y los cerebros.\n\n La belleza de la diversidad en un mercado es un regalo de la vida: las hortalizas, las frutas, el pescado fresco, son un bodegón natural, el arte de lo verdadero. Un mercado tradicional es un espectáculo visual, por la diversidad de los productos y por la riqueza de lo que se ofrece a los sentidos. \n\n En las cadenas de supermercados hay una monotonía cromática que comunica deshumanización:todo es muy parecido. En cambio, en los mercados tradicionales casi todo tiene un origen: esos tomates los he plantado yo mismo, y estas berenjenas también, me dice el payés. \n\n No idealizo: también hay desaciertos, y algunos puestos se quieren parecer sospechosamente a los supermercados, pero sigue predominando la individualidad de los productos: la mano del agricultor se ve si sabemos mirar. Y los colores de la mañana nos entran por los ojos y nos alimentan por dentro: la belleza de lo diverso, los colores de la tierra que proceden de la tierra misma.\n\n No puede ser que haya dos tomates iguales. Es imposible. La uniformidad deshumaniza. Lo bello procede de las diferencias. En los mercados podemos sentir el color de la verdad, la individualidad de lo verdadero.\n \n \n\n
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  • 2008-08-26 13:20:12
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  • Los colores de la verdad
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