LACOMUNIDAD.ELPAIS.COM_LOS-LIMITES-DE-LA-TIERRA_2008_9_1_LOS-MEJORES-HELADOS

Durante nuestros paseos en verano nos parábamos en la Heladería Oliveri y comprábamos un cucurucho de turrón y otro de chocolate. Qué helados tan buenos. En la juventud se idealizan las ideas, los bocadillos de calamares, los libros mediocres y, posiblemente, también los helados, pero recuerdo con precisión que otras personas no tan jóvenes como nosotros también disfrutaban mucho en Oliveri. \n\n

Aquella heladería ya no existe, como tantos y tantos lugares de Madrid que conocí en mi época de estudiante. Hay otros lugares nuevos, sin duda, y quizás en este cambio permanente de establecimientos –sobre un zócalo de lugares que no cambian, por fortuna- está uno de los secretos de la vida de las ciudades.\n\n

Así que ahora tomo otros helados, no en Madrid sino en Ciutat. En cualquier lugar se puede comprar un helado, de todos los colores y formas, pero sólo hay una heladería en la que se pueden saborear de verdad, como un postre delicado que merece la pena no perderse, y no sólo en verano, sino el resto del año.\n\n

El maestro que los elabora es una persona cuidadosa, de hablar pausado, con quien mantuve una agradable conversación sobre su manera de trabajar. Cambia continuamente su carta, a partir de unos sabores que por supuesto son siempre los clásicos: almendra, avellana, chocolate, turrón, vainilla, naranja. Elige cuidadosamente la fruta, y si no es de su agrado la desecha y no elabora el helado correspondiente. Su manera de hablar, el movimiento de sus manos para dar un significado más preciso a las palabras, me alimentaron tanto como el producto de su trabajo artesanal.\n\n

Sales a pasear por Ciutat cualquier tarde de verano con la esperanza de que en algún momento podrás desviarte en la dirección de Ca’n M. Sabes que allí encontrarás un helado que dará sentido a unos minutos de vida placentera. Mientras, pasas por delante de otras heladerías, y ves en el escaparate multitud de recipientes llenos de una pasta de colores falsos que tú no probarías. Casi te sientes culpable de que tantos turistas acaben con un cucurucho mediocre entre las manos, pero también piensas que no deben de ser tan malos, y que tú te has convertido en un estúpido sibarita. Pero no, qué va: probar el mejor helado de Ciutat no significa que seas un sibarita, sino simplemente que has tenido la suerte de conocerlo.\n\n

Y en el camino de regreso a casa, llevándote a la boca un cucurucho de chocolate a la pimienta, casi te ruborizas, como si fueras un niño con un tesoro entre las manos.\n\n

\n\n