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  • Estoy parado en un semáforo. Cruzan el paso de peatones un hombre y una mujer. Sin duda son inmigrantes, por la manera de vestir y por el carrito lleno de cosas que para muchos serían inservibles, pero que para ellos son la moneda de cambio de su sustento.\n\n

    Él viste unos pantalones con remiendos, como los que utilizaban los payeses de hace cincuenta años, y hace días que no se afeita, no para estar a la moda con la barba falsamente descuidada, sino porque seguramente no ha podido hacerlo. Ella viste una falda negra que le llega hasta los pies, y su pelo peinado hacia atrás es la guinda de una cara descuidada, muy tostada y de facciones duras pero de mirada exquisitamente viva y penetrante, de alguien que quiere saber y que choca con el Muro de la Imposibilidad.\n\n

    Es una observación que no puede durar más de medio minuto, aunque después de cruzar se quedan los dos parados sobre la acera, más cerca de mí, y los puedo seguir observando, y ahora mi mirada quiere penetrar un poco más en su presencia, que me llama la atención por su cualidad de personas que no pueden dejar su apariencia de lado, porque visten lo único que tienen, y su origen los delata. \n\n

    Una mujer de mediana edad conduce el coche que está a mi izquierda. Es uno de estos coches grandes que ahora abundan, y que son más apropiados para ir a un safari que para circular por los estrechos carriles de Ciutat. Me fijo en ella tan sólo unos segundos, cuando el semáforo está a punto de cambiar, pero lo justo para darme cuenta de que la mujer inmigrante y la mujer que conduce el coche podrían ser la misma. \n\n

    Me ha ocurrido otras veces, al ver fotografías de hombres famosos: presidentes de empresas importantes, jefes de estado, escultores de prestigio, a los que despojo mentalmente de su traje y los visto como vestían aquellos labriegos que recuerdo de mi infancia, que me invitaban a subir a sus carruajes tirados por el mulo al regresar de su trabajo al atardecer. El intercambio no es absurdo, y la ciencia de aquellos hombres no estaba a un nivel inferior a la de los hombres famosos, como se demuestra por el descalabro económico, que ha dejado a la vista la incompetencia de tantos trajeados solemnes.\n\n

    Las apariencias delatan nuestro origen, sin duda, y también algo mucho más profundo que no es apariencia: la mirada. Pero hay miradas inteligentes y vivas en apariencias desaliñadas, y éstas son justamente las personas que podrían haber sido otras, como la mujer que he visto cruzar el paso de peatones, o algunos de aquellos labriegos que sabían mucho de Lo Que Vale La Pena. \n\n

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  • 2008-09-30 16:08:01
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  • El intercambio de las apariencias
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