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  • Para los nacidos en mi pueblo a mediados del siglo XX, la palabra geografía era casi sinónimo de aventura, y a mí me parecía secundario que fuera una asignatura que había que superar en junio. El autor del libro de geografía de primer curso de bachillerato se llamaba Alvaro Santamaría Arández, y paseaba por Ciutat hasta no hace muchos años, con sus andares marciales y su intento de mirar un poco más allá de lo que le permitía su baja estatura, que no era un impedimento para hacerse notar, ya que su fuerte personalidad le sostenía en cualquier entorno en el que se moviese, por ejemplo en las clases presenciales a las que asistí más adelante, en sexto de bachillerato, no de Geografía sino de Historia del Arte. Se ve que los profesores debían de serlo de varias materias a la vez, ya que por entonces en el boletín de notas se las ponía bien juntitas, a la Geografía y a la Historia. Así que don Alvaro se paseaba por la clase mientras nos dictaba las características del Pórtico de la Gloria o las obras de don Francisco de Goya.\n\n

    Pero en el libro de primero se estudiaba la Geografía de España, y yo tenía como profesor a un maestro nacional, no al magnífico Álvaro Santamaría. Había que aprenderse de memoria los ríos y las cordilleras, la capital y las comarcas de cada provincia, la agricultura y la ganadería y la pesca, la minería y la industria, y el turismo que empezaba tímidamente.\n\n

    Mi hermano me enseña hoy un GPS y cómo lo ha programado para llegar a Sa Cabaneta desde Alaró, para aprender a utilizarlo con vistas a su próximo viaje. Al mirar en la pantalla me doy cuenta de que aparecen las calles del pueblo con sus nombres y su distribución. Y entonces me doy cuenta de algo en lo que quizás no había caído hasta ahora: los nombres de algunas de las calles de mi pueblo casi me resultan una novedad, y me parecen tan alejados de mí como si pertenecieran a un pueblo de un país remoto. Así que yo, que aprendí de niño tantos nombres lejanos, no sabía los más próximos, las calles de mis juegos, el lugar de mis correrías detrás del balón y de las pequeñas batallas infantiles. Quedábamos con los amigos en la esquina, y si no era la primera esquina sería la segunda, qué más da, porque al final nos teníamos que ver a la fuerza.\n\n

    La necesidad de nombrar los lugares lejanos es lo que nos hace soñar. Y yo soñaba con las comarcas lejanas, y parece que la mía no tenía nombres, y ahora descubro que los tiene. Así que el pueblo es el mapa del instinto, el territorio de la inmediatez en el que nos movemos como si fuéramos un perro o un gato, el único lugar del mundo en el que no nos hace falta saber el nombre de las calles para poder situarnos, porque lo que nos orienta es cada casa, todas diferentes, eso sí y la mirada inicial, que queda sellada para siempre en la mente.\n\n

    Los sueños estaban en los dibujos y las fotos de aquel libro de primero. Y sobre todo los ríos. Qué importante es, me parece, estudiar geografía.\n\n

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  • 2008-09-04 11:32:07
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  • Geografía para los sueños
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