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  • Cuando camino por Ciutat, un poco al azar, sin que sea capaz de saber los motivos\n por los que elijo una ruta y no otra, me da la impresión de que estoy haciendo\nalgo innecesario, como si perdiera el tiempo, y entonces se apodera de mí un leve \nsentimiento de culpa que intento calmar de muchas maneras: entro en alguna galería de arte para ver alguna exposición, intento pensar en algo que me pueda ser útil, como el último libro que he leído o lo que tengo que recordarle a mi madre,\na propósito de su última dolencia, de la que ya se ha recuperado, o me hago una lista mental de lo que falta para elaborar un guiso que pueda gustar a todos.\nAsí, el acto de caminar para bajar el colesterol, que ya sé que en mi caso no es muy efectivo, aunque desde luego es necesario -necesario pero no suficiente- se puede convertir en placentero, y posiblemente en un un ejercicio más mental que físico. \nY hay algo que también es digno de tener en cuenta, y es lo siguiente: el anonimato del que gozamos en las ciudades, esa libertad que nos ayuda a no preocuparnos por nuestro aspecto y a no reprimir una salida porque no nos hayamos afeitado, o llevemos una o dos manchas de aceite en la camisa, \nese anonimato es una manera de compartir la vida con otras personas, \nsobre todo a primera hora de la mañana, que es cuando solemos mostrar nuestro\nlado más asequible y la cara más abierta a los colores del mundo. \nA mí me gustan especialmente los alrededores de los mercados, tanto el del Olivar \ncomo el de Santa Catalina, aunque es en este último en el que hay más gente que \ndisfruta del hecho de haber salido de casa por los mismos motivos que yo, es decir:\npara hacer algo que podrían no hacer, pero que lo hacen porque les apetece o porque, sencillamente, lo han decidido sin hacer mucho caso a los motivos de su decisión.\nPienso en todo ello mientras tengo delante de mí dos autorretratos de Giorgio de Chirico, en uno de los cuales aparece de perfil, y en el otro está un poco de lado, ofreciéndonos el lado izquierdo de su cara, mientras que la mano derecha, cerrada aunque con levedad,se apoya suavemente en la mejilla, mirándonos con una mezcla de miedo y estupor, como si nos quisiera comunicar algo importante o como si no encontrara salida a un laberinto en el que ha entrado y no sabe cómo salir de él. A mí me parece una postura de juventud, esa etapa tan alejada y tan difícil, cuando uno se cree que la vida será un fracaso si no da la vuelta al mundo, sin saber que unos años más adelante, seremos capaces de convertir la melancolía sin motivo de la juventud en el sentimiento mucho más tranquilizador de que todo lo que hacemos ha de tener un sentido, y que el esfuerzo va en la dirección de lo que surge al azar, como si navegáramos sin saber muy bien dónde vamos, intentando, eso sí, no perder de vista aquel faro que al llegar la noche nos puede ayudar, si hiciera falta. \n\n \n\n \n\n
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  • 2008-09-05 05:19:40
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  • Caminar sin melancolía
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Metadata

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