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Acabo de leer 'Un hombre afortunado', de John Berger, sobre la vida de un médico rural durante los años sesenta, en Inglaterra. Las fotografías de Jean Mohr acompañan y ayudan, y quizás ellas mismas, por sí solas, ya lo cuentan casi todo. No, no lo cuentan todo: sólo una parte, de la misma manera que el texto parece que lo cuenta todo pero no es así: sólo nos deja una pequeña parte de lo que nos ofrece, y nosotros hemos de completar la historia, de la misma manera que el autor, que la completó años después, con un desenlace que sin embargo no aporta nada decisivo, aunque lo que se cuenta en él sea determinante.\n\n John Berger cuenta historias que cuando cerramos el libro se parecen a lecciones de vida que un viejo maestro les narra a sus alumnos. Te enseña a mirar y a respirar como si la mirada fuera una interrupción mágica, un período de tiempo infinitamente pequeño, de la respiración. Quizás sea eso: mirar es dejar de respirar casi sin darnos cuenta durante una fracción infinitamente pequeña de segundo, y al escribir genera un espíritu de comunicación con el futuro lector basado en este paréntesis de respiración.\n\n Y ése es el momento de la fotografía.\n\n Éste es el momento de la fotografía: el momento en que la respiración se queda en suspenso para que sea la mirada la que gobierna el instante, el instante preciso del regalo que sirve para preservar la memoria.\n\n \n\n
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