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Usted no sabe nada de la vida y de la muerte, le dice Walt Kowalski al padre Janovich, que es un hombre de 27 años que, en efecto, sólo sabe lo que ha leído en el seminario, y lo repite monótonamente desde el púlpito, como se repiten las monótonas estaciones del rosario. Pero el padre Janovich es inteligente, y quiere saber, e intuye que el duro Kowalski puede ser un buen profesor.\n\n Y no se equivoca, desde luego, porque Kowalski sabe mucho de la muerte, pero también sabe de la vida, aunque él no sepa que sabe. La película Gran Torino tiene para mí este bello encuentro entre dos personas, una que está en el viaje de ida, mientras que el otro está en pleno viaje de vuelta, y entonces se encuentran, pero no al azar, sino inevitablemente.\n\n Los que más saben de la vida y de la muerte son los viejos. Pero no todos los viejos, naturalmente. No todos son capaces de mirar con la intensidad de este huraño que interpreta Clint Eastwood, aunque yo no sé si lo interpreta o si se saca un trozo de su alma para que se exponga a los avatares de la vida en aquel barrio gris, para que todos nos agarremos a la silla y dejemos de lado nuestras miradas más o menos correctas.\n\n En sus últimas películas nos habla de lo que quizás no nos atrevemos a cuestionar. ¿Es legítima la eutanasia? ¿Merecen alguna compasión los asesinos? ¿Qué es la justicia? Y él nos da las respuestas, las suyas por supuesto, porque quizás las grandes preguntas no tienen respuesta, y si la tienen ha de ser una respuesta personal, como un grito que lanzamos hacia las montañas para que lo recoja quien quiera.\n\n Yo le pongo un 10 al no tan viejo Eastwood. \n\n
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